32

29 6 0
                                    

Kristen

    Me vino la regla, algo tan común en la vida de una mujer, pero qué, en ese momento, tuvo un gran significado para mí.

Yo me había descuidado mucho ese último mes, y aunque había tomado pastillas del día después, seguía teniendo dudas, respecto de si mis actos impulsivos tendrían una consecuencia permanente.

No es que no quisiera tener un bebé algún día, pero no era el momento de convertirme en una madre, no aún; cuando yo todavía era este desastre de persona, y Laurie... estaba muy joven para esa clase de responsabilidad.

Compré unos tampones en el pueblo, y me topé con Megan, junto con su grupito de amigas idiotas. Todas fueron extrañamente amables conmigo, incluso la bruja de Cristal... Me invitaron a tomar un café con ellas, y acabé aceptando. Fue entonces cuando me pidieron disculpas, por el modo en que me trataron en el instituto. Sentían remordimiento, tras conocer la tragedia que me separó de mi novio.

—Está bien, chicas... Ya todo eso forma parte del pasado —declaré con honestidad, ya que, durante esos meses en Laguna Beach, había logrado superar aquellos momentos tan traumáticos. Pensar en lo ocurrido en la secundaria ya no me lastimaba como antes, y aunque no hacía mucho le dije a Tom que no creía que ellos se hubieran convertido en personas mejores de las que fueron de adolescentes... en ese momento, decidí otorgarles a todos el beneficio de la duda. ¿Acaso no era eso lo que yo aspiraba lograr en San Francisco?, convenirme en una persona diferente, más segura de sí, y feliz...

Más tarde, de regreso a la cabaña, recibí una llamada de Laurie.

—Mamá me dio las cenizas —me informó—, podríamos hacer ese viaje hasta el parque Redwood el próximo sábado, ¿te parece?

—Sí, está bien.

___________


     Laurie pasó a buscarme el sábado, a eso de las 8 de la mañana. Para llegar al parque nacional Redwood tuvimos que hacer un viaje en carretera desde Laguna Beach, que duró más de una hora. Mentiría si dijera que no fue un poco incómodo, permanecer dentro de ese compartimiento estrecho, juntos, amándonos, pero sin ser lo que fuimos antes. Él me habló varias veces, tratando de romper el silencio y puso varias canciones que me gustaban. A pesar de su apariencia ruda, de todas las perforaciones y tatuajes que tenía en el cuerpo, Laurie Walker era un hombre dulce, muy amable. Lo observé, fijamente, cuando mantenía su vista al frente y sus manos sobre el volante. Se había cortado el cabello un poco, rapándoselo a un lado, y tenía una de esas narices que resultaban irreales por su gran simetría...

—Tal vez deberíamos detenernos en esta gasolinera, para comer algo —dijo, y eso hicimos.

Desayunamos en una cafetería que parecía sacada de los años 50; había muchos camioneros a nuestro alrededor, así como motociclistas, entre otros viajeros, que estaban de paso por esos parajes, al igual que nosotros.

Di un par de mordiscos al pan tostado, y sentí como Laurie estiraba su mano derecha para tocar la mía. No sé cómo lo supo, pero justo eso, su contacto físico era lo que había estado necesitando para calmarme.

Le sonreí, y él me sonrió de vuelta.

Después, me hizo una importante revelación.

—Recibí una carta ayer... de Juilliard.

—¿Y qué decía? —insistí, sin soltar sus dedos.

—¡Me aceptaron, K!... Con una beca completa y todo —manifestó, muy entusiasmado—, las clases inician en septiembre.

Me alegré por él, en serio lo hice, sin embargo, no pude evitar sentir un dejo de tristeza. Porque supe que ya no había una vuelta hacia atrás, que nuestros caminos realmente irían hacia direcciones opuestas.

*

    El excursionismo no era mi actividad deportiva favorita, yo era una persona de contextura delgada, pero bastante perezosa, mis piernas eran débiles y mi sinusitis tampoco ayudaba. Sin embargo, me esforcé aquella vez, moví mis pies por el angosto sendero de la montaña sin quejas, tratando de mantener una buena respiración. Los árboles eran altísimos, y formaban una especie de túnel a nuestro alrededor, donde la luz del sol se volvía muy tenue; había sonidos muy raros, de animales y constante movimiento, así como olores a plantas, tierra y... mucha naturaleza.

Tras 40 minutos llegamos a esa cima; no era la más alta del parque, pero tenía una vista preciosa.

—Hagámoslo aquí —propuse.

Laurie abrió su mochila, saco el recipiente que contenía las cenizas de mi primer amor, y antes de dejarlas ir, me permitió despedirme.

«Adiós, mi querido Ethan... Deseo que encuentres paz».

Cerré mis ojos, y por unos instantes, creí sentir sus brazos de nuevo a mi alrededor, y sus tibios labios en mis mejillas.

Después, él pasó a ser parte de la brisa, de los árboles, de la tierra... Parte de la inmensa belleza de aquel paisaje. 

 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Summertime SadnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora