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Laurie


   Es el cumpleaños de Kristen y he planeado una sorpresa.

Con la ayuda de Maddy y Dylan, instalé un proyector en la playa, donde se irá a transmitir La La Land (la película predilecta de mi novia), también pusimos un colchón inflable y una pequeña fogata, para mantenernos calientes. Compré deliciosos aperitivos, así como un pastel. También robé unas cuantas botellas de vino, de esos que cuestan una fortuna, y que mi padre guarda para sus estúpidas amistades de Hollywood.

Se suponía que iba a ser una noche fantástica, sin embargo, ya son las 9 pm, y no tengo ni la más jodida idea de donde está ella. No contesta mis llamadas y mensajes, me preocupo, porque tengo miedo de que haya atentado contra su vida.

Desecho mi plan, dejo la playa y regreso a mi casa.

Veo un montón de vehículos aparcados en la propiedad de los Moore. Descubro que están haciendo una fiesta.

Estoy furioso, trato de entrar por la puerta principal, y no estoy entre la lista de invitados, los empleados no me dejan pasar. Sin embargo, no me rindo. Entro por la parte de atrás, saltando la cerca que colinda con la mansión de mis padres. Me raspo un poco las rodillas al caer, pero estoy bien.

No hay gente en esa área. Así que me pongo a caminar, veo la piscina, que está cubierta de pétalos y con velas que flotan por su superficie. Entonces veo esa silueta, parece que dos personas están teniendo sexo sobre una reposera. Aunque algo no parece normal. La mujer está muy tiesa, y el sujeto le tiene la boca tapada con una mano.

Me acerco para ver mejor.

Su pelo rubio, los lunares en sus frágiles brazos.

«Kristen».

Pierdo la cabeza, y ataco a ese maldito. Lo golpeo sin cansancio, destrozándole la nariz, está sangrando cuando cae al suelo, más no me compadezco. Lo pateo, haciendo que se retuerza como la sabandija que es.

Otra gente aparece, nos rodean.

—Ese bastardo quiso propasarse con su hija —grito, para que todos se enteren—, estaba subido encima de ella, manoseándola cuando apenas podía mantenerse despierta. Por eso lo golpeé.

—Mentira —dice una vieja, que descubro, es la madre del infeliz—, mi Brad no es capaz de eso, ¡haz algo, Cathryn!

—Vete de mi casa, Laurie, ahora, o llamaré a la policía. Ellos sí sabrán qué hacer contigo —contesta la señora Moore.

«Mierda»

Esto podría arruinar mis oportunidades de ganar una beca universitaria, pero no me acobardo.

—No me iré sin Kristen —digo.

Ella está sentada, con la mirada baja, y esa apariencia descuidada. Alza la barbilla, me deja ver sus ojos llorosos, luego, se acerca a mí, yo la abrazo.

Salimos juntos de aquel lugar infernal, más tropiezo con su padre. Es él quien nos da dinero para un motel, así como las llaves del auto.

Aunque se disculpa con su hija, no hace nada para enfrentarse a su esposa. El Sr. Moore es un hombre débil. No sé si debo odiarlo, por ser un mal padre, o compadecerme.

No le presto más atención. Subo a Kristen a la camioneta. Después, entro, meto las llaves en la ranura y acelero a toda prisa.

Ella no está bien, se ve muy pálida.

Le pregunto que ha tomado, y me confiesa que se ha tragado 6 píldoras.

—Lo siento, Laurie... Lo siento —pronuncia.

—Necesitas ir a un hospital.

—No, solo... Llévame al motel y... yo sabré cómo vaciarme el estómago.

Le hago caso, alquilo ese cuarto en el primer lugar que me cruzo en la carretera, en el baño, Kristen se mete los dedos, provocándose un vómito. Yo la ayudo, le sostengo el pelo, luego, le quito la ropa, me desnudo también y me meto con ella en la ducha. Limpio su cuerpo con delicadeza, manteniéndola abrazada para que no se desplome en el piso.

Está cansada, lo sé. La envuelvo con una toalla y la llevo a la cama.

Me tiendo a su lado, dejo que apoye su cabeza sobre mi torso.

—Lamento no haber contestado tus llamadas —expresa.

Estoy enfadado con ella, por haberse intoxicado de ese modo y puesto a sí misma en riesgo, más no se lo reprocho. La trato con ternura, porque sé que es lo que necesita de mí. La estrecho por su cintura, mientras tengo mi otra mano adherida a la suya. Pego mis labios de su cabeza, inhalando el olor de ese jabón barato que usé para bañarla.

—No importa ya, K... Descansa, hablaremos por la mañana.

Cierra los ojos, se queda dormida, más yo sigo espabilado. Sintiéndome confundido y agobiado por mis emociones. Tengo un Déjà vu, de esas muchas veces en que encontré a mi madre drogada, y tuve que cuidar de ella.

Es la primera vez en que cuestiono nuestro futuro, en si realmente estamos hechos para estar juntos, o por el contario, fuimos destinados a destruirnos el uno al otro, hacernos más daño.

Sé que la amo...

¡Dios, cuanto la amo!

Me tomó 6 años lograr que se fijara en mí y... No quiero renunciar a ella.

No se trata de un capricho, o un deseo de ganarle a mi hermano fallecido. Kristen no es un juguete, no es un premio... Ella es...

Desastrosa...

Indecisa...

Desquiciada...

Es una mujer desafiante, compleja... llena de misterios. Que trata de mostrarse indiferente ante lo que sucede a su alrededor, pero que, en el fondo, es dulce e ingenua. Me hace recuperar la fe en la humanidad, porque es la prueba de que aún hay esperanza, de que no todas las personas son mierda.

La toco por su espalda, paso mis dedos por su columna. Sigue dormida y sobre mí.

«Puedo salvarte... Puedo hacerte feliz».

Sufro de un complejo de héroe, me entrego a la causa sin pensarlo. Porque estoy demasiado enamorado como para dar marcha atrás.

Summertime SadnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora