Tiempo después.
Kristen
He estado acudiendo a terapia de nuevo. Mi doctora se llama Brittany Daniels, y es una mujer de unos 40 años, de cabello castaño corto y gafas pequeñas. Posee una voz amable, que me motiva a abrirme durante las sesiones, compartirle todos mis anhelos, pensamientos, y angustias.
Hemos conversado sobre Ethan, también, de mi madre, con la que no he hablado desde junio, más, sin embargo, todavía mantengo un vínculo emocional muy tóxico con ella.
Aún no estoy curada, pero la Dra. Daniels me ha hecho entender ciertas cosas, desligarme de la culpa y el remordimiento. Comprender que no tengo el poder de influir en la forma en que los demás me tratan, más sí de marcar límites y exigir respeto.
—Aunque pueda generarte la idea de ser una mala persona, o miedo, a que los demás se enfaden contigo... Decir "no" es importante como forma de preservar nuestra intimidad y espacio ante los demás —me aconsejó esa tarde en que nos reunimos. Yo estaba acostada en el diván, y mi psiquiatra en una silla, al costado, teniendo aquella libreta y un lapicero entre sus manos—, quienes verdaderamente nos aman, Kristen, se adaptarán a nuestras necesidades y sabrán entender nuestras razones para rechazar una petición. ¿Entiendes eso?
—Sí.
—Bien, voy a indicarte estas tareas, que quiero que trates de hacer esta semana... son acciones pequeñas que creo pueden ayudarte en tu proceso de aceptación personal —indicó mi terapista—, la primera de ellas es precisamente eso, decir «No», cada vez que lo pienses, no callártelo para agradar... Y quiero que cada mañana, al verte al espejo, te digas a ti misma una palabra amable. Solo una palabra, tal como: bonita, brillante, fuerte...
—¿Qué hay de los medicamentos? —me atreví a preguntar, y la doctora me dirigió una mirada severa.
—Por ahora no te prescribiré ansiolíticos, ni ninguna sustancia química... en tu condición, siendo una adicta en rehabilitación podría ser peligroso —contestó—, ¿has estado acudiendo a las reuniones de NA?
Negué con la cabeza. Es que, me resultaba triste, oír las experiencias de todas esas personas en el «grupo de apoyo», escuchar las muchas veces que estos habían recaído en las drogas y todo el daño que habían causado a las personas a su alrededor... También enterarme de los que se morían por sobredosis, cosa que ocurría en cada jodida reunión. ¿Qué había de motivador en eso?, saber que estaba atrapada dentro de un bucle interminable, donde sin importar lo mucho que me esforzara, al final volvería a irme al fondo.
—Ese lugar no es para mí, yo no siento que tenga nada que aportar al grupo —me excusé, y mi psiquiatra supo entender. Porque, ¿acaso no estaba poniendo en práctica ese consejo suyo de decir «No» cada vez que se me cruzara por la cabeza?
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Summertime Sadness
RomanceLa vida de Kristen dio un vuelco el día en que su novio falleció. Sus compañeros del instituto la responsabilizaron de la tragedia y tras la graduación, ella se largó del pueblo, pero, 6 años después, al perder su empleo en la ciudad y tener problem...