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Kristen

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Kristen

Recibo una llamada a las 3 am, aunque es de un número desconocido, contesto, porque no he podido dormir. Estoy preocupada por Laurie, después de la discusión que tuvimos por la tarde y el modo en que se fue de la casa.

—Kristen... Soy Sammy —dice la chica al otro lado de la línea, escucho con atención, la dejo hablar—, disculpa que te llame a estas horas de la noche, pero es que... Laurie está muy borracho, y creo que es peligroso que conduzca en ese estado. ¿Puedes venir a buscarlo?

—¿Dónde está él?

—En la playa del pueblo, en una fiesta...

—De acuerdo, voy para allá —contesto.

Me visto lo más rápido que puedo, me pongo unos vaqueros anchos y un suéter manga larga. No me he maquillado ni peinado, pero, ¡al diablo con eso!, no busco impresionar a nadie, solo quiero asegurarme de que Laurie no ponga en riesgo su vida.

Salgo de la casa, subo a mi camioneta y acelero. Aunque es de noche, la vía está bien iluminada. Logro sortear las curvas y bajar de la montaña. Tomo la autopista, y llego a la playa.

Aparco el auto en el primer espacio libre que encuentro y llamo a Sammy, ella se acerca a buscarme. Está nerviosa, me dice que a Laurie se le ha ocurrido meterse borracho al agua con el otro ¡descerebrado!, su amiguito, el Dylan. Corremos hacia donde están los hombres, vemos sus figuras flotando.

—Laurie, sal de ahí —grito—, sal, ahora.

—¿Para qué si yo no te importo? —me contesta, el inmaduro—, déjame en paz, Kristen. Lárgate, que es lo que se te da mejor hacer.

Me quito los zapatos, y vestida entro al agua. No sé nadar tan bien, y, ¡carajos!, está helada.

Me le acerco, le digo que es un imbécil y le propino un golpe por un brazo, Laurie se echa a reír, tiene los ojos dilatados; me doy cuenta de que ha estado fumando hierba. Él me pone las manos en la cintura.

—Viniste hasta aquí... Por mí —expresa, está sonriéndose con picardía, de una forma que me estremece. Se inclina para besarme, más yo lo rechazo, le digo que es peligroso seguir allí, porque una corriente podría arrastrarnos al mar abierto, y causar que nos ahoguemos. Me hace caso, volvemos a la orilla. Él está semidesnudo, y yo toda mojada.

Entramos a la casa donde los adolescentes festejan, Seth (el dueño) dice que podemos usar uno de los cuartos de arriba, y nos proporciona algo de ropa seca.

Laurie está muy intoxicado, lo seco con una toalla y lo ayudo a tumbarse.

Después, me desnudo, y me pongo esas ropas limpias que me prestaron.

Le ordeno que se duerma, pero él se resiste. Me pide que me acueste en la cama, a su lado. Es testarudo cuando está en este estado, caprichoso como un chiquillo, e igual de travieso, porque no deja sus manos quietas. Trata de manosearme y besarme.

—Si sigues comportándote como un idiota me voy a ir —lo amenazo.

Su expresión cambia, su mirada se vuelve melancólica.

—¿Por qué, Kristen? —me reprocha—, ¿por qué no me quieres? —manifiesta.

Odio verlo así de vulnerable, y ser la causante de su sufrimiento.

Lo acaricio por sus cabellos largos, y por su rostro, entonces dejo que mi corazón hable con la verdad.

—Claro que te quiero... Te he querido de tantas maneras a lo largo de mi vida, Laurie Walker. Como mi amigo, ese dulce chico con el que competía en los videojuegos... Y... ¡Te amo!, tal y como eres ahora. El hombre que no me considera una causa pérdida... que tiene esta inmensa fe en mí.

—Entonces llévame contigo a San Francisco —me ruega, sus ojos se han puesto húmedos.

—¿Y qué hay de Juilliard? —refuto.

—Aún no me han aceptado...

—Pero lo harán, Laurie, sé que lo harán —afirmo. Yo creo en su talento, confío en que puede ser capaz de llenar grandes estadios algún día, ser la inspiración para otras personas... así de rotas como lo soy yo. Que con su música podría darles un motivo para no rendirse con sus vidas—. Existe esta teoría, sabes... sobre ciertas personas que se cruzan una y otra vez a lo largo de los años, dando significancia al otro, amándose de muchas maneras, aunque irremediablemente se distancian... Hasta llegar el momento en que sus almas vibran en la misma frecuencia, y es allí, cuando se dice, ellos jamás volverán a separarse.

—¿Y crees que eso somos, tú y yo?

Hago un movimiento afirmativo con mi cabeza.

—Necesito ayuda —reconozco, y no es fácil para mí, admitir en voz alta lo enferma que estoy—, de esa que solo un terapista puede darme. Tengo que trabajar en mis traumas, en mis trastornos mentales... dar algo de orden a mi vida, dejar de odiarme a mí misma, para así convertirme en una mujer independiente y no ser una carga para lo demás. ¿Entiendes? Es por eso que no puedes venir conmigo, yo... tengo que pasar por este proceso sola.

Aunque él no contesta, por su forma de mirarme, sé que ha comprendido mis razones.

Me acerco un poco más. Apoyando mi cabeza en la misma almohada sobre la que está la suya. Lo dejo abrazarme, que la tibieza de su cuerpo me envuelva.

—No quiero perderte, K... No a ti también.

—Nunca me perderás —expreso, tocando su espalda tatuada con mis dedos—, si llegas a necesitarme, solo marca mi número de teléfono y allí estaré. Siempre, Laurie... para hablar o para lo que sea.  

Summertime SadnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora