Sipnosis

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310 se encontraba encorvado en una esquina de aquella jaula desmayado, hace tan sólo 5 minutos que lo habían llevado allá después de haberlo sometido a aquella vacuna que le aplicaban en el laboratorio.

Hace solo 5 días que los científicos habían empezado con ese nuevo experimento que hacía que su piel ardiera, cada músculo, cada célula, venas y arterias de su cuerpo quemaba tanto dejándolo en un estado inconciente de dolor.

Todo lo que 310 conocía era agonía y dolor, una vida llena de sufrimiento desde que tenia memoria, lo mantenían aislado encerrado en una jaula tan pequeña que no podía estirarse, solo mantenerse doblado temblando de dolor.

Todos los días eran iguales, lo sacaban para llevarlo al laboratorio y experimentar con él, cuando ya su cuerpo no resistía más lo llevaban de nuevo a la jaula, solo que cada día que pasaba esas pruebas se ponían peores, más dolorosas, más sangrientas, más difícil de soportar.

La ira era todo lo que dominaba su mente y los de Seguridad tenían que cedarlo antes de sacar su gran cuerpo de la jaula, le temían, era tan peligroso hasta para él mismo y nadie podía controlarlo.

La única forma de lidiar con él era mantenerlo dormido, usaban su cuerpo para todo tipo de pruebas y vacunas, buscando la manera de como reaccionaba su cuerpo, 310 era un hombre, un hombre que había nacido de una mujer como cualquier humano, la única diferencia es que la circunstancias lo habían hecho ser un Felino, su organismo no funcionaba como el de un humano común.

Cada experimento por el que lo habían hecho pasar desde que era un bebé lo habían cambiado por completo.

Sus ojos eran amarillos con una franja negra, sus colmillos habían crecido tanto que lo hacían ver salvaje, y su cabello negro azabache era largo hasta los hombros, nunca se lo habían cortado.

Sus uñas eran garras y su piel estaba tan maltratada llena de cicatrices en todos lados pero más en su espalda y pecho.

Había crecido más de lo normal alcanzando los 2 metros y tenía muchos músculos tan fuertes capaz de destrozar cráneos con las manos.

Sus instintos eran los de un felino, sus sentidos estaban demasiados desarrollados capaz de captar cualquier sonido a mucha distancia y distinguir los olores de todo aquello que le rodeara.

Su alimentación estaba basada en absolutamente carne, pura carne cruda de animales.

Convirtiéndolo automáticamente en un carnívoro.

310 poco a poco iba dejando de lado su humanidad dándole paso solamente a su lado salvaje.

310 ya no era humano, ya no razonaba ni pensaba.

310 era un animal felino sediento de sangre, sediento de ira y ya nada podía calmarlo.

Nada, excepto ella...

Experimento 310.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora