El Felino miraba entre curioso y enojado como la pequeña hembra torpemente corría hacía un rincón, se veía asustada y sus pequeños ojos verdes soltaban lágrimas.
Él seguía allí de pie sin moverse ni un milímetro detallando a la criatura frente a él.
Era igual que aquella hembra que él tanto despreciaba.
¿Seria esta igual que ella?
¿Por que le habían traido a esta humana?
El cuerpo de la pequeña hembra temblaba sin cesar haciéndolo fruncir el ceño ¿A caso tendría frío? ¿Y por qué lloraba? ¿La habrán lastimado como a él? ¿También está aquí encerrada?
Pensamientos y más pensamientos cargados de preguntas cruzaban su mente, aún seguía enojado por lo que le había hecho aquella humana pero en parte estaba aliviado de que no lo hayan vuelto a cedar y llevado hacía la fría jaula en la que lo mantenían encerrado.
En este nuevo espacio podía estirar sus músculos y acomodarse como quisiera, también podía andar de pie y caminar, no sentía las molestas ataduras de las manos ni el fastidioso sonido de la voz de los guardias de afuera, no escuchaba los sonidos ensordecedores que hacían que sus sentidos se volvieran locos, desorientandolo, en ese espacio en el que se encontraba todo era silencio, un silencio tranquilizador, que lo dejaba solo con sus pensamientos y sentía que podía respirar una especie de aire limpio, no sentía el aire pesado de la jaula y por alguna extraña razón se sentía bien, a pesar de que su cuerpo se encontraba adolorido, se sentía bien.
Pero algo no cuadraba. ¿Que hacía la pequeña hembra humana compartiendo el mismo espacio que él?
Sin dejar de observarla decidió acostarse en el piso, su mirada se conectó con la de ella y está le dedicó una pequeña sonrisa inofensiva pero nerviosa.
310 solo gruñó y volteó los ojos.
Que fastidio.
Pero al instante de hacer este acto notó que aquel gesto asustó a la hembra, entonces se dió cuenta que no tenía frío, ni le habían causado daño.
Ella temblaba y lloraba porque le temía, ese descubrimiento hizo que las comisuras de sus labios se elevaran en una especie de sonrisa que salió más como una mueca, se sentía orgulloso de causar esa sensación en los humanos desagradables que lo rodeaban, le gustaba que le temieran porque lo hacía sentir grande e importante e incluso se sentía satisfecho.
Volvió a observar a la hembra una vez más, se encontró con su mirada puesta en él mirándolo con atención, ella intento limpiar su rostro de las lágrimas y colocó su cabello detrás de sus hombros, tenía un largo cabello rojo que le recordaba al color de la sangre, una piel tan pálida y sus mejillas rojas junto con su pequeña nariz y sus ojos también rojos, todo en ella era rojo.
Era una menuda humana pequeña, demasiado pequeña para su gusto, incluso más que la otra hembra despreciable, su cuerpo no se veía fuerte, más bien se veía frágil.
El felino resopló.
Una hembra humana débil.
¿Para qué la trajeron?
No sabía que estaba pasando, ya que nunca lo habían sacado de su jaula ni mantenido despierto y mucho menos desamarrado, no sabía para que lo habían encerrado en esas cuatro paredes y tampoco para qué le habían llevado a esa hembra.
Un bostezo interrumpió sus pensamientos seguido de un olor muy dulce, era un olor adictivo y delicioso, nunca había olido algo así y se dió cuenta que aquel aroma provenía de la hembra que se encontraba a unos metros de él, el olor lo llenaba de una especie de calma y paz que nunca en su vida había sentido, se sentía seguro allí, y se dejó envolver por ese aroma dulzón que poco a poco lo fué durmiendo.
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Experimento 310.
Fantasy310 poco a poco iba dejando de lado su humanidad dándole paso solamente a su lado más salvaje. Encerrado en un laboratorio 310 ya no era humano, ya no razonaba ni pensaba. Lo habían convertido en un animal sediento de sangre, sediento de ira y ya...