Capítulo 37

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La guerra comenzó a penas se abrieron las puertas, los Fallos y el Felino saltaron sobre ellos sin darles tregua a nada.

Destruyéndolo todo a su paso, el laboratorio era un caos, Fallos contra humanos, matandose uno a los otros.

De repente más fallos comenzaron a salir de otros lados dándole pelea a todo aquél que se les cruzara, incluso asesinando sin compasión, Cuando la hembra le dió instrucciones de como liberarlos no sólo le dió las indicaciones para ellos si no también para liberar a todos en las demás celdas atrapados en otras instalaciones.

¿Como la hembra sabía todo aquello? Era un misterio.

Red miró a su alrededor viendo cómo el suelo rápidamente se tiñó de rojo y las paredes salpicadas de sangre parecían una escena de terror.

Gruñidos, rugidos, gritos e insultos se escuchaban por todos lados y el felino agradecía que Sam estuviese inconciente para no presenciar nada de lo que estaba sucediendo.

Siguió luchando con todo lo que se le atravesara en medio, se dió cuenta que los constantes disparos no le hacían nada a los fallos ni a él, habían evolucionado a tal punto que nada podía dañarlos, sus cuerpos se volvieron resistentes tanto que si una bala entraba su organismo la sacaba y su piel se regeneraba en segundos.

Garras contra piel y colmillos en los cuellos arrancando carne en cada mordisco. Eso era lo que se veía si mirabas alrededor, uno a uno los hombres iban cayendo, los fallos eran más sin tener la cuenta exacta de cuantos eran.

El felino a lo lejos vió a una mujer de negro escondiéndose tras una puerta, dejando el desastre a su espalda caminó decidido hasta tomarla por el cuello y estamparla contra la pared, su sonrisa creció al ver cómo los ojos que un día lo vieron como nada sintiéndose grande ahora lo miraban con terror.

—Dime, ahora no eres tan valiente ¿verdad?

—Su-sueltame, te lo ordeno cómo tu-tu ama y creadora.

Una fuerte carcajada salió de su pecho, pero no tenía nada de divertido cuándo se escuchaba ronca y tenebrosa.

—Tú, vil rata de mierda no eres y nunca has sido nada. No veías cuando deseaba el momento para acabar contigo, cuánto odio te has ganado de mí deseando tu asquerosa muerte.

—No, no...puedes ha-acerlo, soy la única quién debes querer, eres lo-lo que eres gra-gracias a mí.

Mónica hablaba entrecortada por la falta de aire, la mano con garras filosas se apretaban más dificultandole el habla a tal punto que su rostro se estaba poniendo morado.

—Soy lo que soy por tú culpa y no creas que es un orgullo para mí serlo, toda mí vida a tu lado fué sufrimiento y dolor, la única humana que merece todo de mí es aquella que se debate entre la vida y muerte.

—No-no sabes lo que di-dices, todo e-era para hacerte ma-mas fuerte, e-ella no sabe nada de ti nadaa.

—Ya cállate, sabes qué, a pesar de todo la mierda que generas en mí seré generoso contigo y no te mataré.

Mónica sintió alivio al escucharlo, Red la soltó viendo como esta caía al piso aguantando su garganta y tosiendo.

Mónica levantó la mirada hacía el Felino que la veía con los brazos cruzados sintiéndo el odio y la ira recorriendo su ser.

—Gracias, sabía que a pesar de tu odio hacía a mí quedaba algo dentro de tí que me tenía afecto.

—No, te equivocas, dije que no te mataré, pero tengo algo mejor que eso.

—¿Qué?

El felino se dió la vuelta dejando a la vista al grupo de fallos atrás de él bañados en sangre y con una mirada cargada de hambre.

Experimento 310.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora