Epílogo

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5 meses habían pasado desde que había vuelto a la cruda realidad.

Sam había salido del Hospital 2 semanas después de su despertar.

Una vez por semana tenía cita con una Psicológa donde contó toda su experiencia y lo que había vivido, la Doctora Mery era muy paciente con ella escuchandola con atención le había tenido que explicar lo que ya todos sabemos, y es que su mente e imaginación habían jugado con ella.

Aunque Sam no lo quería aceptar tuvo que resignarse a entender que lo había imaginado y que todo era una mentira, debía seguir adelante negándose aún a recordar lo que el día de su secuestro había pasado y quedandose con los recuerdos de un amor ficticio.

Continuó con su vida normal, volviendo a la Ciudad, no había vuelto a ir a la Universidad y consiguió otro trabajo de mesonera y también se quedó con su departamento.

Todo lo que hacía era eso, del restaurante a casa y de casa al restaurante, de vez en cuando salía al supermercado a hacer compras pero siempre regresaba a casa.

No había querido socializar con nadie, más que su Psicológa y encerrada entre libros vivía su mayor tiempo.

Pero casualmente esa tarde le había provocado dar un paseo por el parque, así que así lo hizo.

Salió un momento deteniéndose en una heladería para comprar su helado favorito y luego sentarse en el césped bajo un enorme árbol.

Estaba tan ensimismada en sus pensamientos que no se dió cuenta cuando un hombre se acercó a ella viendola con atención.

La había visto cuando llegaba caminando y un sentimiento de algo extraño se asentó en él pidiéndole acercarse a la rara chica.

—Eeh, hola.

Sam dió un salto sorprendida al escuchar aquella voz saludarla, Miró hacía arriba encontrándose con unos ojos color miel claro que la veían con atención y aquella sonrisa amistosa que la hacía fruncir el ceño.

—Oh, hola.

—¿Puedo sentarme? — Dijo el mismo hombre señalando a su lado.

—Claro — Sam se sentía confundida, pero nerviosa por ver por segunda vez al mismo hombre que se parecía demasiado a Red.

Su Red.

—¿Como has Estado? — Preguntó este de vuelta.

Sam volvió a mirarlo sintiendo su corazón latir desenfrenado.

—Bien, supongo, ¿y tu?

—Bien — La sonrisa que el hombre a su lado le dedicaba la hacía derretirse, la única diferencia es que este no tenía los colmillos de su felino. — ¿Sabes? Te he visto llegar y te he recordado del Hospital.

—Amm... Si, lo lamento por eso, te confundí con alguien en verdad lo siento por el momento incómodo que te hice pasar.

—No te preocupes por eso, la verdad es que no quería admitirlo pero también te me hicistes familiar.

Esa confesión asombró a Sam, elevó sus cejas viéndolo con más atención sintiendo la falta de aire.

—¿En serio?

— Sí, es que... No se como decirlo pero... Los días que estaba en coma de alguna forma yo... Te sentía.

En ese momento Sam se giró en su totalidad a prestarle toda su atención al hombre a su lado, dejó de interesarle su helado que ya se derretía y el hombre a su lado soltó una pequeña carcajada que hizo a su corazón derretir de emoción.

Experimento 310.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora