¿Una inocente apuesta?

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Margo

El profesor estaba escribiendo algo en el pizarrón pero yo ni pendiente, solo podía ver al imbécil que me atropello.

El tenía los codos apoyados en la mesa y la cara en sus manos, ¿Es que acaso no tenía remordimiento de conciencia? ¿Por su cabeza ni siquiera pasa un “Mierda, atropelle a una chica y no le pedí disculpas”?

Creo que no.

El profesor termino de escribir y dejo los marcadores en su mesa, nos volteó a ver a todos y nos dedico una sonrisa tan hipócrita, su cara decía “No quiero estar aquí pero alguien tiene que enseñarles, estúpidos” pero bueno.

— Buenos Días, para los nuevos mi nombre es Oliver Torres y seré su profesor de literatura. Como comienzo quiero que me digan su nombre para ir familiarizando me  con todos ustedes y quiero que me digan si juegan algún de porte o les gusta hacer algo.

Fue por filas, los de la primera: dijeron sus nombre pero no había ninguno nuevo. Segunda fila: había un chico nuevo, era algo alto, de cabello negro y desordenado, ojos negros y algunos lunares en la cara, se llamaba Daimon, era bastante lindo. Tercera fila: habían tres chicas nuevas. Una de ellas tenía frenillos, ojos cafés y el cabello algo corto, era entre morena y blanca, su nombre era Luisa. La chica dos era una chica morena de cabello largo hasta la cintura y ojos grandes, ella se llamaba Anabella. Chica tres, Una chica de lentes que no había parado de hablar desde que había cruzado la puerta del aula, tenía el cabello corto y siempre estaba levantando una ceja (más rara no podía ser) esa chica de voz chillona se llamaba Susana. Fila cuatro: Era dónde estaba el imbécil pero antes de el se presentaron dos chicos más. El primero era alto, moreno muy oscuro y tenía una voz irritante, se llamaba Alan. El otro era algo bajito y tenía la boca abierta la mayor parte del tiempo, era muy chistoso, era morenito y de pelo desordenado, su nombre era Santiago.

Y llegó el turno del imbécil...

Se puso de pie con las manos en los bolsillos y una cara de querer irse de allí lo antes posible.

— Me llamo James Parker, estudiaba en la otra sección y me pasaron a esta porque no había suficientes alumnos, la verdad es que no quiero estar aquí.— Y se sentó. Ay no, si no quiere estar aquí se podía largar. Ni que alguien lo estuviera agarrando para que no se fuera.

Ay, perdón por no cumplir con sus expectativas de curso ideal, ese imbécil era un completo imbécil.

Si está sección no le gustaba simplemente se podía regresar por dónde vino.

Dios, tenía que relajarme, apenas y lo acababa de conocer. Creo que desde que lo conocí había dicho la palabra “imbécil” más veces de la que la dije en mi vida.

Todo el aula se queda tipo “¿Y este?” la única que no le prestó mucha atención fue Vips que a mi lado solo estaba escribiendo unas cosas en su libreta. Llego nuestro turno de presentarnos y ella se presentó primero.

— Me llamo Victoria Vivas y estudio aquí desde hace un año, me encanta dormir y comer.— Ella se sentó y luego pasaron otros dos.

Cuando llegó mi turno me puse de pie y les dedique una sonrisa a todos, lo que ellos no sabían es que ya me quería ir de allí pero a diferencia del imbécil yo no lo demuestro.

— Hola, mi nombre es Margo Brown y estudio aquí desde pequeña.

Porque si, está institución tenía área para los niños y para los ya más grandes.

— ¿Que te paso en el brazo? — Me preguntó el profesor.

Yo voltee la vista hacia mi brazo y me percate que tenía la chaqueta sucia, le dedique una sonrisa al tal James y luego me dirigí hacia el profesor.

— Bueno, llegando aquí un... Muchacho me chocó con su coche. — Me aguante las ganas de decir imbécil pero era mejor evitar problemas.

Algunos se echaron a reír incluído el, ¿Por qué me molestaba tanto verlo reír? Ah, si, porque me choco con su coche, ¿De verdad se estaba riendo por haberme chocado?

Si lo estaba haciendo.

— Cosas que solo te pasan a ti, Magie — Me dijo Angie desde los primeros asientos.

— Literal — Le respondí mientras me volvía a sentar en mi lugar.

Las clases fueron pasando y llegó la hora del almuerzo, Vips se fue a hablar con Santiago y con el imbécil mientras que yo me fui con Angie, Elena y Verónica a la cafetería.

Nos sentamos en una mesa y cada una empezó a sacar sus almuerzos porque preferíamos hacerlos nosotras que cómprarlo allí, frente a mi estaban Elena y Verónica, y a mi lado estaba Angie.

— ¿Entonces te chocaron? — me preguntó Veró mientras se intentaba aguantar la risa.

Alerta spoiler: No lo logro.

— Ni me lo recuerdes.

— Hay que admitir que el chico está bueno. — Soltó Angie de la nada.

— Para nada. — Dijo Elena y yo no podía estar más de acuerdo con ella.

— Yo creo que si está bueno. — Nos dijo Vero mientras se comía su manzana.

Ellas se pusieron en un mini debate si James estaba bueno o no pero yo las había dejado de escuchar desde hace un buen rato, que fastidio con ellas.

Si, había que admitir que el chico era agradable a la vista pero tampoco es que era un semi Dios, no, era simplemente normal ( para mí obviamente, para ellas si parecía un Dios griego)

— Apuesto que en una semana lo tengo comiendo de la palma de mi mano. — Le dijo Angie a Vero.

— Yo pienso que va a ser al revés. — Le respondió está.

Yo la verdad pensaba que el no prestaría atención a nada de esto, pero prefiero quedarme callada a qué me funen.

— Pero hagámoslo interesante, — Les ofreció Elena — Si Angie logra que Parker coma de su mano en una semana, Vero se tendrá que cortar un mechón de cabello y si Parker vuelve loca a Angie está se corta un mechón.

¿Que?

Eso era una completa locura, como la persona sensata y razonable del grupo tenía que ponerle un alto a todo esto.

— Chicas, creo que no es una buena idea.

— Es solo una apuesta inocente. — Me dijo Elena.

Angie y Vero se vieron entre si pensando si aceptar o no.

— Si, es solo una apuesta inocente. ¿Que me dices, Angie? ¿Aceptas? — Vero le ofreció la mano a Angie y está dudo unos segundos antes de tomarla muy segura de si.

— Hagámoslo. — Le respondió Angie.

— Si se dan cuenta que es una apuesta muy infantil ¿No? — Pero ninguna me prestó atención.

Elena aplaudió de felicidad y yo solo pude negar en señal de desaprobación, ¿En qué momento se les ocurrió semejante estupidez?

No sé por qué pero siento que al final todo esto va a terminar muy mal, me lo dice el corazón.

Hey Imbécil Donde viven las historias. Descúbrelo ahora