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Tres días habían transcurrido desde que Rachel había explorado la oficina de Brenner. En aquella ocasión, después de la confesión, Peter se vio en la obligación de sacarla a prisas del lugar debido a que la hora permitida se había extendido y, por ende, podía ocasionar un levantamiento de sospechas. Por otro lado, dado que Rachel se encontraba pasmada debido a la información, no tuvo la oportunidad de solicitar que se terminase de aclarar la situación.

No existía una palabra exacta que pudiese describir al estado de ánimo de la castaña, puesto que nunca antes se había encontrado en una situación como esa. Era tanta la carga emocional que estaba afrontando que había tomado la decisión de ausentarse aquellos días de su trabajo. Rachel necesitaba aclarar su mente, un respiro y aprender a controlar sus emociones.

Por otra parte, si de algo ella estaba segura, eran dos cosas: La primera, había cometido un grave error al aceptar ser la encargada de revelar los secretos del laboratorio de Hawkins, ya que no estaba consciente de lo que se estaba enfrentando. Era como si se hubiese metido a la boca del lobo, ya que nadie le había advertido sobre el peligro que asumía al trabajar en esto. La segunda, una parte de ella había desarrollado sentimientos inexplicables hacia Peter Ballard, lo cual empeoraba la situación si tomaban en cuenta la ética laboral.

El timbre de su casa hizo que la castaña saliese de su trance, pues tuvo que levantarse del comedor para atender al llamado, ya que era la única presente en la vivienda. Con los pies siendo arrastrados en el piso, se dirigió hacia la puerta principal de su hogar.

Cuando la puerta fue abierta de par en par, dejó de respirar por unos segundos. Inmediatamente miró hacia abajo para asegurarse que su vestimenta no fuese inapropiada. La ropa que aquella mañana se había colocado, no era la mejor de su armario, pero no era algo de que avergonzarse.

–¿Qué haces aquí?–Preguntó con el semblante fruncido mientras se recargaba en el umbral de la puerta.

–Me mandaron para verificar que siguieses con vida.–metió ambas manos en los bolsillos delanteros de su pantalón.

Peter y sus típicos comentarios donde menciona perder la vida.

–Lo estoy. Ahora puedes regresar e informárselos.–dio unos pasos hacia atrás para intentar cerrar la puerta, sin embargo, un pie fue interpuesto en la acción.

Rachel miró hacia abajo para ver cómo el pie de Peter Ballard era el causante de que no pudiese evitar verle a los ojos.

–¿Puedo pasar?–preguntó con una gran esperanza en su voz.

Rachel se hizo hacia un lado para permitirle el acceso a su compañero, dado que no le gustaba tener un compartimento grosero. Una vez que el rubio había ingresado, ella cerró la puerta para aproximarse hacia él.

–Linda casa.–comentó a la vez que analizaba cada detalle que se encontraba en el interior.

–Gracias, es de mis padres.–se cruzó de brazos debido a la incomodidad.

–Rachel, no puedes faltar solo por faltar al laboratorio. Brenner es capaz de ponerte en una lista negra donde batallarías para conseguir empleo como periodista.–se dio la media vuelta para mirar fijamente a la castaña.

–Pensaba regresar con una receta médica.–se encogió de hombros.

–Falsa, supongo, porque yo te veo muy bien.–arqueó una ceja mientras la veía de pies a cabeza.

–Falsa o no, sería una justificación.–deshizo sus brazos cruzados–¿Gustas un vaso de agua?

Peter movió la cabeza de un lado hacia otro.

–No, estoy bien. Rachel, ¿Qué sucedió?

–Tengo miedo, Peter. No estoy segura de poder trabajar en un ambiente como ese. –se sinceró.

–¿De qué tienes miedo? Aún faltan muchas cosas por explicar, tal vez si oyes por completo lo que debe de ser aclarado, dejes de temerle a la situación. Rachel, como periodista, siempre te verás relacionada a riesgos que necesitas enfrentar para realizar un buen trabajo.

–Yo sé que ser periodista es un trabajo peligroso, pero no quiero someterme a este peligro en específico.–susurró tapándose el rostro con las palmas de sus manos.

–Vamos, pregunta todo lo que quieras.–la alentó.

–No entiendo que quieres decir con poderes, ¿Cuáles tienes?–retiró las manos de su rostro para verlo a los ojos.

–Se trata de telequinesis, puedo utilizar mi mente para controlar mi alrededor. Es decir que, si quiero abrir la puerta, lo haría con los poderes que usa mi mente.–señaló a su cerebro.

–¿Puedes mover cosas sin tocarlas?–parpadeó anonadada.

–Sí. También puedo localizar a las personas, si me concentro, descubriré que están haciendo junto a su paradero.

–Suena irreal para alguien que nunca lo ha presenciado ¿Podrías demostrarme tus habilidades?–dio unos pasos hacia adelante para limitar la distancia entre ambos.

–No, no puedo. Brenner me limita mi acceso a estos. Mira, dame tu mano.–extendió la palma de su mano para que la castaña colocase la suya en esta.

Indecisa, Rachel le extendió de su brazo para poder brindarle su mano. Cuidadosamente, Peter la sostuvo para dirigirla hacia la parte derecha de su cuello donde ahí Rachel pudo sentir una especie de metal incrustado en la piel de Peter.

–¿Qué es esto?–toqueteó el pequeño artefacto que solía moverse dentro de la piel de su compañero.

–Un rastreador.–sonrió al notar como la castaña se encontraba asombrada por el aparato.

–¿Rastreador?–inconscientemente arrugó su nariz debido al desconocimiento de la palabra.

–Es un instrumento que usa la tecnología más avanzada del momento y, a través de este, puedes tener acceso a la ubicación exacta de la persona.

Rachel apartó del dispositivo su dedo índice.

–¿Es decir que Brenner sabe en dónde te encuentras en este momento?–se pasó la mano derecha por la frente debido al nerviosismo.

El hecho de que Brenner tuviera la ubicación exacta de su vivienda, no le parecía encantador.

–Sí. No sólo le otorga mi paradero, sino que este tiene la habilidad de impedir que utilice mis capacidades.

–Ahora tiene sentido el porqué no puedes mostrarme tus habilidades.–suspiró– Por cierto ¿Cómo conseguiste mi dirección?–preguntó para calmar su nerviosismo.

–Drake es un fiel esclavo de Brenner.–se encogió de hombros al mismo tiempo que extendía de sus brazos hacia los lados.

–Eso es invasión a la privacidad.–rodó los ojos caminando hacia el sofá para dejarse caer en este.

–¿Qué haces? ¿No irás a trabajar?–apuntó hacia la puerta por la que había ingresado.

–No.–sacudió la cabeza de un lado a otro– primero me terminarás de aclarar todas mis dudas.–se cruzó de brazos decidida a no mover un pie fuera de la casa si este no le contaba la historia completa.

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Eyyy tramposillos ya los vi leyendo y no dejando su voto.

5 votos para subirles el siguiente capítulo.

Canción del día: letters to the lost de counterfeit (banda donde estaba Jamie)

Us | Peter BallardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora