Capítulo 1: ¡León!

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Las calles excesivamente transitadas provocaba el estrés de los conductores de la ciudad, principalmente a los que debían llegar temprano a sus trabajos después de mediodía. Sin embargo, no solo les afectaba a los que apenas llegaban, sino también a los que apenas estaban saliendo y querían ir a almorzar. Aunque no para Josie, que en vez de ir a comer a su remedo de apartamento, debía estar en otro lugar después de arreglar el desastre que su jefe dejó en su oficina ese día.

—¿tenía que ser hoy? ¿en serio? —siseó en voz baja a nadie en particular. Todos los documentos que el señor Bennet había ocupado en su reunión, estaban desordenados y puestos en cualquier lugar en la habitación. Para su enojo, además de limpiar el lugar y dejar dichos papeles en un solo lugar ordenados, debía hacerlo en orden alfabético.

Si, su jefe la odiaba. Y si, ella lo sabía.

Era la una de la tarde con veinticinco y ella aún estaba en el edificio. Al ver su reloj, supo que no tendría mucho tiempo para hacer lo que quería hacer y tampoco ir al lugar donde quería ir. Bufó con furia al salir finalmente del establecimiento e intentar tomar un taxi en la ciudad de locos.

Desde hacia meses que venia planeando lo que iba a hacer aquel día, pero su jefe lo había arruinado todo, de nuevo. Y lo peor, es que tenia que volver antes de las dos y media para seguir trabajando, incluso no estando su jefe.

Con su bolso sobre el hombro y un pequeño peluche en la mano, salió corriendo por la calle y casi tropezando de vez en cuando en la acera que estaba en mal estado frente a su edificio y bufó. Observó hacia ambos lados de la calle transitada, pero no habían señales de taxis alrededor. Estaba empezando a ponerse ansiosa; si no tomaba un taxi pronto, iba a llegar tarde. Miró el pequeño león con el pelo desaliñado en su mano y sonrió a pesar de lo abrumada y estresada que se sentía.

Suspiró y cerró sus ojos tratando de calmarse y se dijo a si misma que llegaría a tiempo, que solo debía tener fe y paciencia.

Una vez escuchó que el señor Destino tenía algo para todos siempre y que si tenias suficiente paciencia y esperanza, podrías obtener lo que quisieras; por lo que estiró su mano haciendo un gesto para llamar un taxi, completamente confiada en que, cuando abriera los ojos, uno estuviera esperándola frente a ella.

—no me decepciones, señor Destino —susurró.

Escuchó un pitido y, al momento de abrir sus ojos, sonrió. Vio un auto muy hermoso y moderno frente a ella. Jamás había visto uno como esos transitando como taxi. De todos modos, se apresuró a abrir la puerta trasera y reclamarlo.

Cuando subió, se sintió de la realeza; los acabados del coche eran una maravilla visual y acogedora. Pasó sus manos sobre el cuero de los asientos y sonrió al sentir la textura que acariciaba con la yema de sus dedos.

—es hermoso —pensó en voz alta, lo que alertó a la conductora del precioso coche.

Si, conductora. Y es que había estado tan concentrada en su teléfono enviando un mensaje, que no había notado que una chica había subido a su auto.

La castaña de ojos azules miró a la otra que lucía tan encantada con el auto y dejó escapar un suspiro; se quedó anonadada con la belleza dentro de su coche. Sus ojos bajaron viéndola de pies a cabeza y se dio cuenta de lo que llevaba puesto: un hermoso vestido volado con florecillas azules que, al estar sentada, se subía por su rodilla dejando ver sus largas y perfectas piernas blancas.

La comisura de sus labios se elevó en una media sonrisa carismática y un tanto coqueta.

—y dime, hermosa creación de la naturaleza, ¿con quién tengo el gusto? —Sonrió cuando la otra chica la miró inmediatamente con un deje de sorpresa y vergüenza.

El Océano De Tus Ojos ~HOSIEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora