[Capítulo 31: Plan]

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Puede que llevara flotando en aquel mar sin fondo unos 5 minutos o un par de horas. En mi estado actual, el tiempo no existía. Sabía que estaba muerto, era una sensación extraña, pero no podía hacer nada. Pensé que me hundiría en cualquier momento mas aquello nunca ocurrió. De repente vi de nuevo el techo de madera de la cabaña de Noruega y noté que mi corazón volvía a latir, sintiendo la calidez de la sangre fluyendo por mis venas. Me incorporé lentamente asimilando lo que acababa de pasar pero no pude pararme a pensar en ello mucho más tiempo. Los gritos de Francia me sobresaltaron e hicieron que toda mi atención fuera hacia él aunque no fuese capaz de entenderlo.

- Fils de pute ! Dès que je le verrai, je lui couperai la bite, puisqu'il ne semble penser qu'à ça ! (Traducción: ¡Hijo de puta! ¡En cuanto lo vea pienso cortarle la polla, ya que parece que solo piensa con eso!)

Intenté decirle algo pero desapareció en un abrir y cerrar de ojos, por lo que nadie fue capaz de detenerlo. Terminé de levantarme del suelo todavía algo confuso y Noruega me ofreció su brazo para que me apoyara en él, el cual cogí agradecido ya que me sentía algo mareado.

- ¿Q-qué ha pasado? ¿A dónde ha ido con tanta prisa? Parecía bastante enfadado.

Mis ojos se posaron sobre Noruega unos segundos en los que no nos dijimos nada más. Estaba preocupado por lo que pudiera hacer Francia en ese estado, mas mi amigo parecía estar de su parte ya que únicamente agarró mi mano con delicadeza sin hacer nada por frenar su frenesí de ira. No obstante, en sus ojos violáceos podía notar que estaba reprimiendo sus ganas de seguir los pasos de mi compañero huido. ¿Qué habían visto?

- No te preocupes, sabe lo que hace.
- Yo no estoy tan seguro.

Rumanía llamó nuestra atención y ambos dirigimos nuestra mirada hacia él, quien se había sentado en el sillón sin preocuparle nada de lo que estaba pasando, o más bien seguía procesando todo lo que había visto.

- No es tan estúpido como para ir directamente a por él y darle un puñetazo en la cara.

Los ojos rojizos de Rumanía observaron a mi compañero de una forma que hizo que este se arrepintiera de lo que dijo. Ahora sí que estaba preocupado. Dejé de apoyarme en Noruega y volví mi vista hacia él mientras recogía mi camiseta del sillón para poder tapar mis cicatrices, ignorando la sangre que tenía por mi pecho. Ya me daría una ducha después.

- Llévame con Francia. Soy el único que puede frenarlo ahora mismo.

Noruega dudó en si debía hacerme caso y pidió consejo a mi otro amigo mirándolo no muy disimuladamente. Este dejó salir un largo suspiro y apartó la vista de mí en cuanto lo acribillé con mis ojos verdes.

- Sabéis dónde está, ¿verdad? Si no vais a decirme lo que habéis visto, al menos haced lo que os pido.

Permanecimos en silencio unos segundos antes de que Rumanía se levantara del sofá y posara su mano sobre mi hombro.

- Intentémoslo. No perdemos nada.

Noruega pareció querer decir algo, quejarse sobre su decisión, pero al final se mantuvo callado y se dirigió hacia la mesa para recoger los materiales usados en el hechizo. Solo me dio un último consejo antes de que nos fuéramos.

- Va a ser difícil calmarlo. A mí me está costando reprimirme, así que no quiero ni imaginarme cómo se estará sintiendo él en estos momentos. Haz todo lo que puedas por impedir que lo empeore todo.

Asentí levemente a su comentario, aun sabiendo que no me estaba viendo y, acto seguido, Rumanía nos teletransportó hasta el exterior de mi casa. Fruncí el ceño confuso y me separé de él para reprochárselo.

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