[Capítulo 4: Confusión]

16 5 3
                                    

Terminamos de comer en unos 10 minutos, recogimos lo poco que habíamos usado para comernos las pizzas, 2 platos y poco más, y regresamos al sofá para seguir en silencio. Empezaba a estar incómodo, tanto por lo que me había contado como por el silencio inquisidor que había a nuestro alrededor. Ambos sabíamos que la conversación no había terminado, pero de algún modo ninguno decía nada. Tenía miedo de preguntar algo de lo que luego me podría arrepentir, y Scott conocía las respuestas a todas mis preguntas, por lo que debía sentirse peor. Conocer todo mi pasado y no poder contármelo por temor a que pudiera herirme debía de ser angustiante. Si fuera él, yo también evitaría hablar conmigo. Pero, ¿y si no lograba recordar nada en las próximas semanas? ¿Estaré desinformado el resto de mi existencia? No quería presionarlo a que me contara nada, podía esperar un poco, pero se me hacía difícil controlar mi curiosidad.

- Oye, Arthur...

Su voz hizo que me sobresaltara un poco al sacarme de mis pensamientos y desvíe la mirada del suelo a sus ojos verdes. Pude notar la duda en ellos.

- ¿Sí?
- Quiero... enseñarte algo.

Acto seguido se levantó del sofá y me hizo un leve movimiento de cabeza para que lo siguiera. Me levanté también en silencio, empezando a tener curiosidad por lo que iba a mostrarme, y lo seguí hasta la puerta trasera de la casa. Salimos a un jardín que había allí y pude contemplar un maravilloso paisaje de rosas de todos los colores, siendo vigiladas por un inmenso bosque a sus espaldas. No sabía que podía haber algo así detrás de la casa de alguien. Parecía que vivía en plena naturaleza. Lo único que separaba el jardín del bosque era una pequeña valla de madera oscurecida por el paso del tiempo. ¿Cuántos años tendría la casa?

- Te gustaba...

Scott se detuvo al comenzar la frase y me miró de reojo con una leve sonrisa, conectando con mi mirada asombrada. Se notaba que estaba intentando aparentar normalidad cuando era al que más le dolía todo lo que me había ocurrido.

- Te gusta cuidar de las rosas en tu tiempo libre. A veces, cuando venía a.... verte, te encontraba aquí regándolas con un semblante tranquilo. Supongo que te relajaba después de un día intenso de trabajo.

Fue apartando la vista a las rosas conforme iba hablando, y aquella pausa extraña que hizo me dio a pensar que no venía solo para verme. Sabía que aún no iba a ser totalmente sincero conmigo pero, ¿ni siquiera podía decirme la verdadera razón por la que venía a mi casa? Acabé desviando mis ojos también a las rosas y decidí no molestarme por ello. Me prometió que, tarde o temprano, lo sabría todo. Solo tenía que esperar un poco.

- Ya veo... ¿Y en qué trabajo?

Lo miré de reojo de nuevo, curioso por saber cuál sería mi profesión, pero por alguna razón no me contestó de inmediato. Se cruzó de brazos y un par de segundos después me respondió, esta vez sin despegar sus ojos de las rosas.

- Trabajas en el parlamento, en la Cámara de los Lores.
- ¿En serio? Vaya...

Aquello me sorprendió un poco. Nunca habría imaginado que tendría un puesto tan importante en el gobierno. Ahora tenía más curiosidad por saber qué era lo que hacía en mi día a día, lo que hacía mi hermano y mis amigos. Decidí acercarme un poco más a las rosas para analizarlas mejor pero sin dejar el tema atrás. Se notaba que me esforzaba mucho en cuidarlas.

- ¿Y tú en qué trabajas?
- Yo...

Me puse en cuclillas para poder olerlas y de repente sentí que todo a mi alrededor se detenía. Junto a aquella fragancia fresca y primaveral vino un breve recuerdo. Estaba justo aquí, regándolas una noche de verano, escuchando de fondo a los pocos animales del bosque que seguían despiertos y disfrutando de la brisa templada que traía el sur. Simplemente lo sabía. Había recordado solo un fragmento de toda mi vida pero lo recordaba como si hubiera ocurrido ayer. Sin embargo, aquello también trajo un sentimiento de dolor y tristeza.

Lies and LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora