[Capítulo 2: Empezar]

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Recorrimos unas cuantas calles en su moto pasando por varios edificios que recordaba perfectamente pero no sabía de qué. Era una sensación molesta y quería que desapareciera de una vez. Apreté un poco más mi agarre, tirando de la camisa de Scott, pero no dijo nada. No se detuvo hasta que llegamos a lo que era mi casa, en una urbanización algo apartada del centro de la ciudad. Se veía tranquila.

- Ya hemos llegado.

Aparcó la moto frente a la verja de mi casa y se quitó el casco mientras me miraba de reojo.

- Bájate.

Su voz seguía sonando como si estuviera enfadado, por lo que le obedecí inmediatamente para no tener problemas con él. Más tarde tendría que preguntarle qué era lo que le pasaba, o si esa era su forma de ser. Una vez que me levanté, él hizo lo mismo para abrir el asiento y meter dentro su casco, girándose hacia mí después de aquello para hacer lo mismo con el mío. El silencio que se había formado era insoportable. No aguantaba esta incomodidad y, si era mi hermano, al menos debía actuar de forma más agradable, ¿verdad?

- Sígueme.

Odio en sus ojos. Solo notaba hostilidad en él. ¿Qué le había hecho para que me tratara de esa forma? Siempre tan distante. Lo seguí sin rechistar, no tenía otra opción, y entramos por la puerta principal que abrió con mis supuestas llaves. Nada más ver el interior sentí una oleada de nostalgia, como si hiciera milenios que no pasaba por allí. El salón y la cocina fue lo primero con lo que me topé. No tenían una pared de por medio que separase ambas estancias, lo cual no sabía si era conveniente ya que todos los olores de la cocina se dispersarían por la casa. Mi hermano fue a otro lugar al que no le di importancia mientras yo me paseaba por allí. Estaba demasiado ensimismado con las cosas que me iba encontrando por el salón, intentando recordar algo de aquel lugar, como para fijarme hacia dónde se iba. Pero, por desgracia, no había nada que me ayudara. Ni un cuadro o alguna foto donde apareciese. El salón solo contenía lo esencial: un par de sofás, una mesa y la televisión. A cada paso que creía que daba para avanzar, solo retrocedía más.

- Tu cuarto ya está listo, yo dormiré en el de enfrente.

De repente, la voz de mi hermano me sacó de mis pensamientos pesimistas y desvié la mirada hacia él. Asentí levemente y me dirigí hacia Scott, el cual estaba frente a unas escaleras que supuse que daban a mi habitación. Tal vez allí encontraría más cosas que en el salón. Subí algo inseguro, con miedo a no descubrir nada nuevo, y me paré en mitad del pasillo al no saber por cuál puerta debía entrar.

- Es la de la derecha.

La voz de Scott volvió a resonar por las paredes de aquella casa y lo miré de reojo un par de segundos antes de volverme hacia la puerta que tenía a mi derecha. La abrí con lentitud y, una vez dentro, comprobé lo que me temía. Seguía sin haber nada que me ayudase a recordar. Solo una cama, un armario y un espejo de cuerpo entero junto a la mesita de noche. Fruncí el ceño molesto pero duró poco ya que mi hermano volvió a sacarme de mis pensamientos.

- Si quieres echarle un vistazo al resto de la casa... Yo te guiaré.

De repente Scott me pareció más amable, más simpático. Me volví hacia él para observarle pero él desvió la mirada inmediatamente mientras se metía las manos en los bolsillos. Era como si se sintiera incómodo junto a mí, y eso le hacía actuar tan... Borde.

- ¿Puedo hacerte una pregunta antes?

Llamé su atención con aquellas palabras ya que sus ojos verdosos volvieron a mí para mirarme con cierta curiosidad. Se encogió levemente de hombros y se sacó las manos de los bolsillos para cruzarse de brazos. Estaba incómodo, claramente. Algo no iba bien.

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