[Capítulo 26: Historia]

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Un cuarto de hora después de finalizar la llamada, Francia llamó a mi puerta con cierta timidez. Sus nudillos golpearon la puerta un par de veces apenas sin fuerza ya que, si no hubiera estado en completo silencio, probablemente no lo habría escuchado. Me levanté del sofá sin dejar de repetirme en la cabeza que todo iría bien y le abrí la puerta obligándome a mirarle a la cara.

- Hola, Francia...
- Hey...

Me dedicó una leve sonrisa y me aparté para dejarle paso, el cual se fue un momento a la percha para colgar su chaqueta vaquera mientras yo volvía a dejar la puerta cerrada.

- ¿Quieres algo de beber?
- Un vaso de agua estaría bien, gracias.

Volvió a mostrarme esa sonrisa amable que, al mismo tiempo, sabía que me la enseñaba para aparentar normalidad, como si no hubiera pasado nada. Asentí ante su respuesta incapaz de devolverle el gesto y fui hacia la cocina para coger dos vasos y sacar una botella de la nevera. Acto seguido me encaminé hacia el sofá donde Francia ya se había sentado, esperando a que me pusiera a su lado para comenzar la charla que prometió por teléfono. No mencionó nada sobre las botellas de vino y las numerosas latas de cerveza que había por la mesa y se lo agradecí. No me había molestado en recoger porque, ¿qué importaba ya? Estaba seguro de que esta no era la primera vez que Francia me veía así de mal.

- Antes de empezar con lo mío... ¿Podrías decirme qué es lo que ha pasado exactamente con Portugal?

Hoy nadie se andaba con rodeos, pero así era mejor. Me tomé mi tiempo en responderle mientras rellenaba los dos vasos de agua ya que, después de todo, no sabía muy bien cómo abordar ese tema. Una vez que terminé con ello me eché un poco hacia atrás y comencé a hablar aún sin poder mirarle.

- Nos hemos dado un tiempo... Y creo que ha sido lo mejor. P-pero le he hecho daño, he vuelto a hacerle sentir miserable al no comprender mis propios sentimientos y... Q-quería saber qué fue lo que pasó entre nosotros dos. Tal vez pueda comprender esta situación algo mejor...

Me atreví a mirarlo de reojo para observar su reacción mas su rostro permaneció serio y reflexivo mientras meditaba mis palabras. ¿En qué estaría pensando exactamente?

- Angleterre... ¿Acaso dudas de lo que sientes por él? Anoche te noté bastante seguro.
- ¡Y-ya lo sé! Pero estaba medio borracho y hoy, al sacar el tema de mi hermano y lo que me pasó con él, no he podido evitar ponerme a reflexionar sobre todo esto y Portugal... Él...

Al recordar lo sucedido esta mañana sentí que las lágrimas iban a volver a brotar de mis ojos y tuve que bajar la mirada al suelo, intentando de esa forma que Francia no notara la humedad en mis ojos.

- H-ha creído que no me importaba lo suficiente como para pedirle ayuda, que me borré la memoria sin siquiera pensar en él y que... lo que siento ahora no es más que algo provocado por mi corazón roto... Y-ya no sé qué pensar. Tal vez tenga razón y-
- Alto ahí.

Su interrupción hizo que mi vista regresara a él algo confuso y este dejó escapar un pequeño suspiro antes de intentar aclarar su mente y la mía.

- Uno no puede obligarse a amar a alguien solo para compensar un mal de amores... Estados Unidos no tiene nada que ver en esto. Si de verdad solo fuera Portugal la tirita de tu corazón, no le estarías dando tantas vueltas a esto, ¿no crees?

Sus palabras tenían toda la lógica del mundo pero la historia no terminaba de cuadrarme. Quería dejarlo estar mas era incapaz de olvidarme de ello. Podía haber hecho algo cuando aún recordaba quién era él, quién era Portugal para mí. Y lo abandoné.

- Entonces... ¿Por qué no lo llamé después de enterarme de lo de Estados Unidos? Lo dejé de lado y-
- Eso no lo sabes. Nadie sabe lo que pasó exactamente así que deja de crear hipótesis que no irán a ningún lado.

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