[Capítulo 3: ¿Quién Soy? ]

13 5 4
                                    

En cuanto regresamos a la planta de abajo, Scott encendió el cigarrillo que llevaba en la boca con un mechero que sacó del mismo bolsillo que antes y dio una larga calada antes de expulsar todo el humo por la sala.

- Ahora que lo pienso... Creo que será mejor encargar una pizza o algo.

Me miró de reojo mientras se sentaba en una de las sillas que había junto a la pequeña isla de la cocina y dio otra calada al cigarro. El olor que iba dejando a mi alrededor, de alguna forma, me hacía sentir mal. No podía explicarlo. Era como si aquello lo relacionara con malos recuerdos. Recuerdos que mi cerebro había olvidado pero que mi cuerpo no. Intenté no darle importancia a ello y me senté en otra silla frente a él, mirándole con curiosidad.

- ¿Por qué lo dices?

Él simplemente se levantó y fue a la nevera para abrirla y mostrarme su interior totalmente vacío, a excepción de un limón y un par de huevos.

- ¿Lo entiendes ahora?
- Bueno, podríamos comernos unos ricos huevos duros al limón.

Ante mi broma, Scott sonrió levemente y volvió a su silla después de cerrar la puerta de la nevera. Sacó su móvil y comenzó a buscar algo, seguramente el número de alguna pizzería.

- Me alegra saber que no has perdido tu sarcasmo y sentido del humor.

Debería haberme alegrado saber eso, pero en mi rostro solo se formó una mueca extraña. No sabría decir qué emoción sentí, por un momento todo se volvió confuso, así que tuve que desviar la mirada a otra parte para que mi hermano no se percatara de ello. Ni siquiera podía recordar algo tan simple como eso sobre mi personalidad, y me molestaba. Por suerte Scott se puso a hacer el pedido poco después y no me prestó atención.

- Sí, buenas tardes, querría dos pizzas medianas de... ¿Ah? No gracias, solo queremos las pizzas. No, eso tampoco.

Se acabó levantando de la silla para acercarse al fregadero y tirar las cenizas que amenazaban con caerse del cigarro en cualquier momento y se quedó allí el resto de la llamada mientras daba pequeñas caladas. Parecía que la persona al otro lado del teléfono no dejaba de hablar, ya fuese para promocionar alguna oferta o decirle las pizzas que tenían disponibles, por lo que Scott aprovechaba esos momentos para acabarse el cigarrillo. Cuando al fin terminó de encargar la comida, colgó la llamada en un suspiro y fue a tirar el cigarro a la papelera después de humedecerlo un poco.

- Tardarán unos 15 minutos o así.

Se sentó de nuevo frente a mí y me contempló con esos ojos verdes tan intensos que tenía. ¿Los míos serían iguales? Aún no había tenido la ocasión de verme en un espejo.

- Oye Scott, en el baño hay un espejo, ¿verdad?
- Sí, ¿por?
- Para verme.

Me levanté en cuanto le respondí y me fui hacia donde me había dicho antes que estaba el baño, frente a las escaleras. Dejé a mi hermano con las ganas de decirme algo más pero ya podría contármelo cuando regresara. Nada más entrar encendí la luz y solo tuve que girarme un poco hacia la derecha para encontrarme con el espejo, viendo mi rostro incierto. Era como si estuviera observando a una persona totalmente desconocida. No reconocía nada de mí, ni mi cabellera rubia, ni mis ojos verdes, ni mis cejas... Nada. Sentía que aquel rostro no era mío y la ansiedad empezó a invadirme poco a poco.

- Q-quién soy...

Iba a caerme en cualquier momento, lo intuía. Mis piernas comenzaban a tambalearse y todo a mi alrededor daba vueltas, por lo que tuve que apoyarme en el lavabo para sostenerme. Gracias a ello me pude mantener en pie de alguna forma mientras mi respiración se volvía entrecortada y el corazón me latía cada vez más fuerte. Parecía que mi cerebro quería recordarlo todo de golpe y mi cuerpo no lo podía soportar. Acabé perdiendo por completo las fuerzas y no pude evitar caerme al suelo de rodillas.

Lies and LiesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora