XXXI.

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Kara POV.

A pesar del rápido paso de los días, puedo recordar con rotunda claridad todo lo qué ha sucedido en mi visita a Metrópolis y toda mí imprevista estadía aquí, qué se ha extendido por más días de los qué pretendí al principio, cuándo mi único objetivo era venir para dejarle varias cosas claras a Lena, luego de esa nefasta videollamada qué me hizo Lena reclamando una infidelidad qué nunca existió, ni existirá de mi parte, qué fue justo el motivo qué me impulsó a tomar mi jet hasta aquí para enfrentar a mi equivocada y terca novia, para defender mi honor y la legitimidad de mi bebé.

Y bien sabía yo qué con toda la rabia qué me inundaba desde esa acusación de su parte, hasta qué hice todo mi camino con dirección a Metrópolis, qué ese reencuentro con Lena no terminaría para nada bien, pero la realidad superó con creces todo lo qué creí, porque encontrar a mi tierna pelinegra convertida en un despojo de la borrachera y totalmente inconsciente de absolutamente todo a su alrededor, revolvió mucho más todo el malestar qué tenía atravesado en mí pecho; y sus ataques verbales, repitiendo las idioteces qué me había dicho por videollamada cuándo al fin reaccionó de su estado de inconsciencia, me volvió loca de la rabia hasta el punto qué la golpeé con toda la fuerza de la qué fui capaz. Mis manos aún sienten el fantasma del dolor por atacar tan crudamente sus mejillas y me siento algo llena de vergüenza cada vez qué recuerdo qué me dejé llevar por mi rabia, perdiendo el control de mi cuerpo por la impotencia qué me estaba haciendo sentir Lena y todo el dolor qué dejaban sus palabras a su paso; y aunque sé bien qué la violencia no es la solución para absolutamente nada, la terquedad de Lena me hizo olvidar de ese conocimiento por unos instantes.

En verdad me sorprendí por mí arrebatado actuar ese día y no tengo excusas para lo qué le hice, y espero no tener qué volver a hacerlo nunca más, porque por más enojada qué esté con Lena por ser tan ingenua e insegura sobre nosotras, creyendo en las palabras malintencionadas de Oliver, llegando hasta el punto de atacarme y renegar de nuestro hijo; y otra muy distinta era qué eso sea una excusa para reaccionar físicamente contra ella, porque no lo era. Y también pude ver claramente la sorpresa pintada en sus sensibles ojos también por mi reacción, pero recuerdo qué en ese momento no me importaba nada más, qué no fuera hacerla callar para qué dejara de cavar nuestra destrucción cómo pareja con todas las tontas palabras saliendo de su boca, confiadas en las mentiras de Oliver; porque no me iba a dejar intimidar de nadie y absolutamente no voy a permitir qué ella me vuelva a hablar así o a insinuar algo cómo lo qué se atrevió a decirme, porque no sabrá nada más de mí y mucho menos de mí hijo en toda su vida.

Apenas pude alejarme lo suficientemente rápido cómo para no vomitar frente a ella totalmente conmovida por ver hasta dónde me había hecho llegar toda la situación qué en instantes se salió de control, sobrepasando todo lo qué pude haber imaginado de nuestro reencuentro y con las náuseas qué me provocaba el fuerte hedor a whisky qué emanaba de Lena, me pusieron mucho peor de lo qué ya me sentía, porque definitivamente a mí bebé no le gustó para nada ese fuertísimo olor proveniente de su mamá y de mi cuenta corre qué él no vuelva a ser molestado por eso.

Y me costó demasiado recomponerme cuándo salí huyendo de Luthor Manor, para así poder recobrar el control de mi cuerpo y de mis pensamientos y eso sólo lo podía hacer estando completamente lejos de mi ojiverde, qué en definitiva los estaba causando todos; así qué decidí tomar mi camino en dirección a la qué por tantos años fue mi hogar aquí en Metrópolis y cuándo al fin pude llegar a la mansión después de largos minutos de trayecto, sólo pude subir directamente hasta mi habitación y tirarme a la enorme cama para descansar y dormir toda la noche, porque estaba absolutamente cansada y quería apagar mi mente de todo, esperando que el nuevo día se llevara cada una de las intrusivas sensaciones y frustraciones que había tenido qué padecer en los últimos dos días de mí vida.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora