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MIENTRAS tanto, mi fama
crecía cada vez más. Tanto así que de pronto comenzaron a llamarme para que contara películas a domicilio. Sobre todo los empleados y los comerciantes, que era la gente más pudiente de la Oficina. Entonces, como el dinero que se juntaba en mis funciones estaba alcanzando para damos pequeños lujos, como comprar bebidas para el almuerzo y mandarme al cine prácticamente todos los días —no obstante que lo que se llevaba casi todas las ganancias eran las botellas de vino de mi padre, que aumentaron
visiblemente en cantidad y calidad —, no sé a quién se le ocurrió la 'idea de mandar a imprimir tarjetas de presentación.
Con ribetes dorados y una letra llena de ringo-rangos:
Ahí fue que comenzó mi desgracia.
26
LA primera persona que me contrató fue doña Mercedes Morales, la costurera que vivía frente a la plaza, una de las mujeres más buenas que he conocido en mi vida. La señora Mercedes me mandó a buscar para que le contara La violetera, película interpretada por Sarita Montiel y Raf Vallóte, que sólo una semana antes se había dado en el cine. Ella no había podido verla porque había bajado al puerto a comprar géneros y botones.
Yo la recordaba perfectamente. Y la canción que daba título a la cinta me la sabía de memoria, pues siempre la tocaban en la radio. Además, la tarde que la canté en la casa había recibido uno de los aplausos más largos de mi naciente carrera.
De modo que ese día, después de almuerzo, partí al domicilio de la costurera. Mi hermano Mirto, obligado por mi padre, me ayudó a llevar el cajón de té con toda mi utilería española.
La mujer quedó encantada y fue muy generosa. Además de regalarme una blusa de tafetán, de color morado y con vuelitos, me pagó más de lo que juntábamos en dos días de donaciones en la casa.
De ahí en adelante comenzaron a llamarme tupido de otros hogares.
Casi siempre era para contarles películas a ancianas o ancianos enfermos, que no podían ir al cine. El problema era que algunos me pedían películas muy antiguas, o que yo no había visto. Con las antiguas no había problemas, partiendo de lo poco que me acordaba y con lo mucho que ponía de mi cosecha, podía perfectamente salir del paso. Sólo una vez me atreví a contar una que no había visto. Fue cuando me llamó doña Filiberta, la dueña de la única pastillería de la Oficina.
La anciana, un tanto loca según la gente, estaba por morir y quería que le contara un viejo film (dijo film) de Libertad Lamarque. La película se llamaba Besos brujos, y doña Filiberta, poniendo los ojos en blanco, dijo que le traía recuerdos de un amor inolvidable. Me contó que la escena que más recordaba era cuando Lamarque, bañándose en un bello lago de aguas azules (aunque las películas en esos tiempos eran en blanco y negro, ella dijo aguas azules), cantaba una canción preciosa que se llamaba Como el pajarito.
—¿La viste, niñita? —me preguntó.
Yo le mentí, le dije que sí, pero que no me acordaba mucho. Que cuando la vi era muy chica. Pero si ella me refrescaba un poco la memoria... La anciana, además de hacerme una larga sinopsis, con variados detalles de trajes y paisajes, me cantó entera la canción del pajarito. Con todo eso armé rápidamente una historia y estuve contándole la película hasta que se quedó dormida.
Doña Filiberta, que ya tenía noventa y dos años de edad, y que había enviudado tres veces, murió dos días después de haber estado yo en su casa. Sus familiares, luego del funeral, contaban como anécdota que la abuela Fili, como le decían, había dicho que la película que la niñita le contó «no andaba ni por las tapas» de la que ella había visto, pero que de todas maneras le había gustado mucho. Incluso más que la otra.
«La otra apenas duraba una hora y cuarto», dijo sonriendo. «Y esta niñita me contó una de casi dos horas».
Decían los deudos que había muerto feliz.
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La contadora de peliculas
Teen FictionLibro completo La contadora de películas es una novela del escritor chileno Hernán Rivera Letelier, publicada por primera vez el año 2009 y traducida a varios idiomas. Está relatada en primera persona y habla sobre la historia del cine en el Norte...