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Sábado

20 de noviembre


La luz entraba por la pequeña ventana y reflejaba contra mis ojos. Saqué una mano de la sábana y me froté un ojo. Tenía sueño. Mientras giraba la cabeza para ponerme en otra postura mucho más cómoda vi a alguien en el suelo de la habitación. Era un hombre.

Mis ojos se abrieron y fueron a mirar quién era. Mi pulso se aceleró cuando vi quién era. Oliver. Oliver Dubois. ¿Qué hacía allí? No me acordaba de nada.

Al poco rato se levantó por el sonido de mis movimientos.

—¿Qué hora es? Déjame dormir un poco más —me propuso mientras me intentaba mirar con los ojos cerrados.

—Duérmete.

Me levanté poco a poco para no despertarlo más de lo que estaba. Me puse ropa de deporte, y a continuación, me hice una coleta. Cogí una barrita energética y me fui a correr. Como Oliver estaba durmiendo, le puse un mensaje para que no se asustara cuando no me viera.

Rodeé unas cuantas calles y me fui a correr al parque. Mientras estaba escuchando los latidos de mi corazón, vi a Liam. Estaba delante de mí. Me estaba saludando.

—Hola.

Nerviosa no me atreví a dirigirle la palabra e hice como que no lo escuché, ya que llevaba puestos unos cascos con música.

—Holaa —volvió a insistir, esta vez poniéndome una mano en frente.

—Ay, hola —disimulé. Me acordé de que él tenía una orden de alejamiento contra mí.

—No te voy a hacer nada, joyita.

—No me llames así, imbécil —cogí el móvil con todo el nerviosismo por si me hacía algo y vi un mensaje de Oliver. Lo ignoré y le llamé. El porqué no lo sabía, solo notaba que estaba nerviosa, que me podía desmayar allí y que en cualquier momento, yo podría estar en el suelo o en cualquier otro lugar.

Liam se iba acercando cada vez más a mí, y yo aceleraba el paso. Le iba contando todo lo que pasaba a Oliver apresuradamente. Estaba aterrada.

—Voy para allá ahora mismo —me mencionó Oliver—. No cortes la llamada, la voy a grabar. Estoy aquí, Andrea.

—Que, ¿tu noviecito me ha puesto una orden de alejamiento contra ti? Está cagado o que —dijo Liam con un tono burlón.

No le contesté. ¿Pero a qué venía eso de <<noviecito>>?

—Puedes hablar, no te voy a comer, no soy un tigre ni un león.

Se puso a mi altura y su brazo envolvió mi cuello.

—¡Suéltame, desgraciado!

—¿Qué me has llamado?

—¡Qué me sueltes te he dicho!

—Repite lo anterior de lo anterior.

—¡Qué me sueltes!

—¿No sabes decir otra cosa? —me cogió del hombro y me empujó hacia una farola.

—¡Suéltame! ¡AYUDA!

Me apretó el cuello con su mano izquierda. Me estaba dejando sin respiración. Yo estaba apoyada al póster, es decir, que él estaba de espaldas a la entrada, la cual estaba a escasos metros de nosotros.

—Si no quieres más, dile a tu novio que no me vuelva a hacer nada, o se las verá —me apretó aún más el cuello. Yo estaba empezando a marearme. Iba a aclararle que no era mi novio pero no podía hablar.

Mientras iba asimilando que mi vida podía acabar allí, noté una presencia detrás de Liam. Alguien gritó, pero no podía abrir los ojos ya que no pude ver quién era hasta que volvió a hablar esta vez más enfadado. Entonces reconocí la voz. Era Oliver.

—¡¿Qué haces Liam?! ¡Suéltala! —cada vez estaba más mareada ya que me faltaba el aire. Notaba que me iba a desmayar. Las piernas me temblaban, los ojos me pesaban y mi pulso iba descendiendo. Pero escuché un golpe de metal. Temí por mi vida, porque pensaba que Liam me había golpeado, pero no noté nada. No me produjo dolor. Justo después noté que él se desplomaba hacia mí. Y yo hice lo mismo.

No sé qué me pasaba, pero solo escuchaba lo que decía Oliver. No podía abrir los ojos, no podía pensar, no podía tragar, solo escuchar.

—No tengo miedo de cuidarte, ni de hacerte feliz. Pero necesito verte despierta para hacerlo —hubo un silencio y volvió—. Te prometo que voy a cuidarte siempre, pero necesito que vuelvas. Andrea, por favor.

Después de estar escuchando un largo pitido, abrí los ojos, por fin pude ver.

—Andrea, Andrea —se dirigió a mí con los ojos hinchados. Supuse que había estado llorando.

No podía hablar, lo intentaba, pero no podía. Él se acercó aún más a mí para apartarme las ondulaciones del pelo que caían por mi cara.

—¿Dónde estamos? —por fin podía abrir la boca, pero fue delicadamente y sin fuerzas.

—En el hospital, ¿te acuerdas?

Moví la cabeza con un gesto de negación.

—Fuiste a correr y te encontraste con Liam, quien intentó estrangularte. Te quedaste sin aire y te desmayaste. Él está en comisaría ahora mismo con un golpe en la cabeza. Le golpeé con una barra de metal —su voz al decir eso se rompió. Sabía que no quería hacer eso, pero lo hizo por mí.

Sus palabras hicieron que mi mente empezará a asimilar lo que había pasado.

—Descansa si te hace falta, no me voy a mover de aquí. Si necesitas algo avísame, estoy en esa silla —su mirada me señaló donde se sentaba, deduje que llevaba ahí todo el rato que yo estaba <<dormida>>.

No tenía ganas de hablar ni fuerzas, así que le dediqué una sonrisa débil.

Secretos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora