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Sábado

1 de enero


El alivio que empecé a sentir fue indescriptible, era como si un vendaval de emociones me atravesara el cuerpo. Pude respirar profundamente por primera vez en meses, ya que sabía que el asesino estaba donde debía estar: entre rejas.

Cada noche, desde aquel fatídico día en que mi mejor amigo fue arrebatado de este mundo de forma cruel y despiadada, me costaba con el corazón encogido. El miedo se había convertido en mi compañero constante, acechándome en cada esquina y susurrándome sus terribles amenazas.

Pero aquel día, ese miedo fue desterrado. La justicia finalmente hizo su trabajo y el asesino fue capturado. Un asesino que ni Oliver ni yo nos esperábamos: Gabriel, el hermano de Vicent, el chico que salvó la vida a mi novio.

Una oleada de alivio recorrió mi ser, liberándome de las cadenas invisibles que me ataban al pasado. Cerré los ojos y pude imaginarlo tras las rejas, encerrado en su propia oscuridad. Ese chico de pelo rojizo ya no podía hacer daño a nadie más, ya no podía sembrar el terror en nuestras vidas, pero sí recordarlo.

Con la herida curada pero la cicatriz marcada en mi piel, las lágrimas brotaron de mis ojos, pero orgullosa de mí, esta vez no fueron lágrimas de tristeza o dolor, sino de gratitud y esperanza. En silencio agradecí a todos aquellos que trabajaron incansablemente para llevar a Gabriel ante la justicia, aquellos que no descansaron hasta asegurarse de que pagara por sus actos atroces.

Volví a sentir una mezcla de emociones, una mezcla que me agobiaba: alegría por la justicia y tristeza por la pérdida irreparable de Brandon.

Aquel día de diciembre, pude caminar por las calles de Chicago con la cabeza en alto, sin mirar constantemente sobre mi hombro por si alguien me perseguía. Pude abrazar a mi hermana, Beatrice, sin temor a que esa fuera la última vez que les abrazara. Pude saborear de nuevo la vida. Ese alivio estuvo presente en cada latido de mi corazón. Sabía que mi mejor amigo estaría orgulloso de su hermano y de mí, por cómo enfrentamos esa situación y cómo nos levantábamos cada día con más fuerzas y coraje por encontrar a su asesino.

Día uno de enero, comenzando año nuevo, mi corazón decidió que esa herida se tapase para que no sintiera dolor, pero que aún así, si miraba y buscaba, la encontraba y recordaba todos esos bonitos momentos con Brandon. Aunque después de la muerte de un ser querido, la vida tiene que seguir, y eso fue lo que hicimos Oliver y yo. Lo recordamos en cada paso que dábamos, pero en cambio él no avanzaba con nosotros. 

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