34

3 1 0
                                    

Martes

14 de diciembre


Me quedé impactada ante la nueva noticia. ¿Cuántas cosas nos quedaban por descubrir?

De nuevo, volví a experimentar un remolino de sensaciones y sentimientos. La frustración se mezcló con confundimiento por el hecho de que el hermano del cirujano salvador fuera el agresor que intentaba ahogar a Oliver.

Cada persona que aparecía en mi vida ocultaba algo en su interior. Algo que no querían que saliera a la luz, ya fuera por no arruinar su futuro o por dar una imagen positiva.

—¡No vas a salir impune de esta! —me gritó el hermano de Vicent tapándose la barriga por el dolor del puñetazo.

—¡Gabriel! Ni se te ocurra hablarle así —le advirtió Vicent mirándole desafiante.

Él no hizo caso a su advertencia y, descontrolado de su ira, me empujó haciendo que mi cuerpo se tambaleara y perdiera el equilibrio como si estuviera en cámara lenta. Mi corazón empezó a latir rápidamente, llenándome de una sensación de pánico. El sonido agudo de mi grito se mezcló con el silencio. El aire escapó de mis pulmones en un suspiro.

El impacto resonó a través de todo mi ser, un estruendo sordo que retumbó en mis huesos. El dolor punzante recorrió mi cuerpo como una descarga eléctrica, dejando un rastro ardiente en su camino.

La sensación de frío del suelo contra mi piel se mezclaba con el calor abrasador de las heridas. Al caer, me había golpeado en la cabeza. Cada centímetro de mi cuerpo parecía alerta, como si estuviera gritando en agonía.

Mientras notaba como me iba mareando poco a poco, seguía viendo pero cada vez un poco más borroso.

Mi ojo derecho captó como Oliver al verme tirada en el suelo y sangrando por el corte de mi cabeza, agarró a Gabriel, el hermano de Vicent, y dejándolo en suspensión unos segundos, lo pegó en la pared con fuerza.

—¡Deja a mi hermano, imbécil! —chilló Vicent mientras decidía ayudarme, ayudar a su hermano o salir corriendo.

Pero como Liam seguía suelto, vino hacia mí, y me empezó a pegar patadas. No satisfecho, las repartía por todo el cuerpo.

Yo gritaba. Era lo único que sabía hacer en ese momento. No podía moverme y cada vez veía menos. De mi boca lo único que salía era sangre.

Vicent estaba paralizado apoyado en la pared.

Liam, satisfecho esta vez, se apartó de mí dejándome coger un poco de aire.

Cuando Oliver se giró para verme, escupí sangre, así que asustado soltó a Gabriel y lo dejó caer desde unos centímetros al suelo. Vino corriendo hacia mí, para intentar ayudarme.

—Andrea, mírame —me puso sus manos en mi cara para aguantarla.

Aunque quería ver su cara, era incapaz de hacerlo. Mis ojos se iban cerrando poco a poco y mi visión pasó de ser borrosa a oscura.

—Andrea, por favor —escuché que decía una voz completamente diferente. Era la de Vicent. Ahora que Oliver estaba ayudándome, él se dio cuenta que había una persona en peligro y se despegó de la pared posándose a mi lado mientras me agarraba la mano.

—¡LIAM! ¡¿QUÉ HAS HECHO?! ¡ESTÁS LOCO! —Oliver intentó gritar lo más fuerte posible mezclando su ira entre sollozos.

Intenté abrir un ojo, me requirió mucha fuerza, pero vi que Liam se apartaba, intentaba huir de allí. En su cara no había rastro de culpabilidad ni de miedo. Pero las luces rojas y azules típicas del coche de policía no tardaron en reflejarse en los cristales.

—Mierda —escuché que susurraba Liam. Entonces, su cara si que reflejó miedo.

Gabriel se quedó apoyado en la pared, no hacía nada. Lo que no entendía por qué ¿Qué estaba haciendo allí el hermano del cirujano que salvó la vida a Oliver?

—¡Policías, abran la puerta! —tardaron menos de un minuto desde que vi las luces hasta que gritaron para que abriéramos la puerta.

Liam daba vueltas alrededor de un círculo imaginario un poco nervioso por lo que llegaba a susurrar.

Mi vista en ese momento no dio a más. Mis ojos se cerraron y no había forma de abrirlos. Pero podía seguir escuchando.

Como Liam no abría la puerta, ni tenía intención de hacerlo, Oliver le pidió a Vicent que la abriera. Él por ayudar, se levantó y la abrió cuidadosamente.

Una bocanada de aire y de palabras hicieron que mi pelo se moviera.

—¡Manos arriba! —gritó una mujer con fuerza —. ¡Todos, manos arriba!

Oliver me soltó y dejó mi cabeza cuidadosamente en el suelo. Después de eso, deduje que levantó las manos.

—Túmbese y ponga las manos por su espalda —el movimiento de alguien resonó por el recibidor—. Liam, quedas detenido.

Escuché que mientras ponían las esposas a Liam, unos cuantos policías que se escondían detrás de la oficial, se situaron al final de la habitación donde nos encontrábamos los cuatro: Gabriel, Vicent, Oliver y yo.

Gabriel estaba apoyado en la pared con las manos levantadas. Vicent cuando abrió la puerta se fue con su hermano y ahora estaba a su lado. Oliver seguía sentado a mi lado.

—Ustedes también quedan detenidos.

Mi cuerpo fue elevado por dos policías que me cogieron y me llevaron a una ambulancia. 

Secretos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora