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Martes

4 de enero


No recordé haberme ido a dormir a la cama anoche. Recordaba que estaba viendo una serie y me quedé dormida. Pero me he despertado en la cama. No estaba Oliver, pero enseguida apareció, al igual que apareció una sonrisa en mi rostro al verle. Traía una bandeja con un café y unos cuantos pancakes. Los pancakes llevaban sirope de chocolate, en cada uno había un dibujito.

—Buenos días, ricitos —me dijo dejando la bandeja a mi lado.

—¿Cómo has dormido? —le pregunté dándole un beso en su mejilla.

—Un poco cansado, anoche tuve que llevar una princesa en brazos a su cama —me dijo guiñándome un ojo.

—Entonces un príncipe azul llevó a ricitos a dormir... Interesante.

—El príncipe tuvo que taparla con mucho cuidado.

—Creo que el príncipe se parece mucho a un tal Oliver Dubois... —dije pensativa.

—Estoy de acuerdo en eso —dijo él satisfecho—. Ella, una tal Andrea, es la princesa de su propio cuento. Cada amanecer es una oportunidad para escribir una página más en el libro de nuestras vidas.

Lo que más me gustaba de estar con Oliver era que siempre te sacaba una sonrisa, aunque no estuvieses de humor ese día, o si había tenido una discusión con él por alguna tontería, también lo hacía.

—Hoy va a ser un día intenso, Andreita. Así que acaba rápido y vístete.

Le hice caso, estaba emocionada por lo que me iba a deparar este día. Cuando acabé de desayunar, Oliver estaba sentado en el sillón, y al verme, me cogió la bandeja que yo llevaba hacia la cocina para limpiar, pero él se ofreció para hacerlo. Fui hacía el armario y cogí mi vestido ajustado azul cielo. Fui al lavabo y me hice un peinado que recogí con un lazo a juego del vestido. Me puse un poco de base, rímel y pintalabios. Cogí mi bolso y ya estaba dispuesta para ver que había preparado Oliver.

—Ya podemos ir —anuncié yo entrando al salón.

—No me puedo creer que tenga una novia tan bonita —dijo él dándome una vuelta mientras se me escapaba una sonrisa—. Pero ahora te tienes que poner esto —me enseñó un pañuelo y me lo puso en los ojos.

—¿A dónde me llevas? —pregunté con curiosidad.

—Si te lo digo no es sorpresa. Dame la mano, salimos de casa.

Me cogió de la mano, me llevó hasta el portal y echó la puerta con llave. A continuación, me subí a sus espaldas para bajar las escaleras. Le dije que no hacía falta pero él insistía porque no quería que me cayera escaleras abajo. Me subí a él y me agarré alrededor de su cuello. Una vez fuera del portal de mi casa, me volvió a coger de la mano y me llevó hacia otro lado. Noté como se escuchaba abrirse la cerradura de su coche.

—Entra, ricitos —me dijo. Al intentarlo, me di contra el coche. Pensaba que era el coche, pero no, era la mano de Oliver protegiéndome del golpe que me podría haber dado. Me encantaba la manera en que me cuidaba, me hacía sentir segura y protegida.

Una vez dentro del coche, arrancó, puso la radio y fuimos carretera alante. Íbamos cantando todas las canciones que sonaban. A Oliver no le gustaba porque decía que se desconcentraba, pero por mí cantó todas las canciones, no se dejó ni una palabra.

I love it when you call me señorita —canté yo a todo pulmón.

I wish I could pretend I didn't need ya —dijo Oliver siguiéndome.

Secretos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora