11

43 11 34
                                    

Domingo

21 de noviembre


Abrí los ojos después de un largo tiempo. Me había quedado dormida. Esta vez, tenía más fuerzas.

—¿Cómo estás? —se levantó rápidamente de la silla con los ojos abiertos. Se le notaban las ojeras. Supe que no había dormido bien. O directamente ni lo había hecho.

—Estoy bien, mucho mejor, pero me duele la cabeza.

—No te preocupes, hoy nos iremos a casa ya que te darán el alta.

Asentí. Me alegré ya que esa camilla era muy incómoda y quería volver a dormir en mi casa.

—¿Me puedes hacer un favor?

—Es una pregunta muy tonta, claro que sí.

—Cuando lleguemos a casa quiero que duermas. Sé que no has puesto ojo en toda la noche. Tú haces muchos favores por mí, te lo tengo que compensar.

—De acuerdo.

Asentí con la cabeza con una sonrisa. La enfermera entró en la salita donde me encontraba y me avisó de que todas las pruebas habían salido bien y que me podía ir.

¿Me habían hecho pruebas por la noche, mientras dormía?

Se me formó esa duda a si que se la pregunté a Oliver. Él asintió

—¿Puedes andar? —me preguntó con preocupación.

—Supongo, no estoy segura —dije levantándome de la camilla y dando pequeños pasos.

Al ver que no podía caminar del todo bien, Oliver cogió mi brazo y lo puso alrededor de su cuello. Seguidamente, cogió mis piernas y me alzó. Me llevó en brazos hasta cruzar la puerta de salida del hospital.

Me subió en su coche cuidadosamente y se dirigió hacia mi casa.

—No debí haber ido a correr ese día. Lo siento mucho.

—La culpa fue mía por dejar que te pasara eso.

—No lo es.

—Sí.

—Que no.

Nos echamos a reír pero paré enseguida ya que noté una punzada en la barriga. No le di importancia.

—La culpa fue del psicópata Liam —recalqué.

—Totalmente. Tú tienes tu vida, y puedes hacer lo que quieras, pero ese sinvergüenza se saltó la orden de alejamiento.

—¿Está en la cárcel?

—No lo sé, pero como esté suelto...

—Si eres policía, ¿por qué no le pones las cosas claras?

—Estoy de baja. Me han dado la baja por la muerte de mi hermano.

—Cierto, perdón por sacar el tema.

—Tranquila, me viene bien hablar de él de vez en cuando. De hecho, estoy pensando en ir al psicólogo.

—Haces bien. Supongo que yo también tendría que ir pero no tengo dinero suficiente para pagarme a un profesional.

Su silencio al escuchar eso fue una señal de compasión por mí.

—Ya hemos llegado, ¿te bajo del coche o puedes caminar?

No me había golpeado la cabeza ni nada, solo me había intentado estrangular, pero estaba muy débil y no podía hacer grandes esfuerzos.

—Si me llevas en brazos como antes, te lo agradecería.

Fue lo que me hizo. Me cogió en brazos. Al llegar a la puerta, su mano derecha me aguantaba mientras que con la que quedaba libre, abría la puerta. Notaba su bíceps tenso, ya que estaba aguantando mi peso con solo un brazo. Cruzó el pasillo poco a poco y me dejó en la cama delicadamente.

—Como me pediste que durmiera, eso voy a hacer. Pero tú te quedas aquí. Ahora me voy al sofá.

—Vale capitán —me reí débilmente—. Tengo una pregunta. ¿Por qué el otro día estabas durmiendo en el suelo de mi habitación?

—Uy —se empezó a reír—. Soy un poco sonámbulo. Perdón por el susto que seguramente te llevaste.

—Vaya, así que era por eso. No pasa nada, ya lo sé para otra ocasión.

—¿Para otra ocasión? Así que quieres volver a dormir conmigo, Andrea.

—¿Eh? No, no, no quería decir eso —dije sonrojándome sin saber que añadir—. No me encuentro bien, no controlo las palabras que salen de mí.

—Que descanses bien —dijo Oliver guiñándome un ojo.

—Lo mismo digo —cuando cerré la boca, él se fue en dirección al sofá. Conté unos diez segundos desde que se tumbó hasta que empezó a roncar.

Secretos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora