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Miércoles

24 de noviembre


Cuando Oliver vio quien estaba allí, me cogió por la cintura. Notaba su brazo tenso. Lo intentamos ignorar pasando de largo pero Liam lo impidió.

—Ey, ¿no me vais a decir nada? —Oliver no le contestó y siguió caminando, pero Liam nos empezó a seguir— Qué, ¿tenéis miedito?

Al escuchar eso último Oliver se sobresaltó y se encaró con él.

—¿Crees que te tengo miedo, idiota?

—Más miedo del que pasaste secuestrado no.

—¿Cómo lo sabes? —intenté calmar la situación. Liam respondió levantando los hombros.

—¡¿Cómo lo sabes?! —empezó a gritar Oliver avanzando hacía él.

—Ey, tranquilo —estiró los brazos con las palmas abiertas para calmar a Oliver—. Las malas noticias corren cómo la pólvora...

—¡No me importa lo que digan las noticias! ¡Estás jugando con fuego, Liam!

—Oliver, cálmate. No podemos dejarnos llevar por la ira —le susurré mientras daba pasos acercándome hacia él—. Todo esto se puede resolver sin gritos.

—¡No hay nada que resolver! ¡Este cobarde sabe más de lo que dice y no puedo soportarlo más!

—Andrea calmada y tu a punto de estallar. ¿No te da vergüenza? —justo cuando Liam dijo eso, la paz que intentaba mantener se escapó dejando salir la rabia.

—Vergüenza te debería dar a ti, que me intentaste estrangular.

—¿Por qué le hiciste esto? —esa duda, llevaba indagando en el interior de Oliver durante mucho tiempo. Pero fue ese miércoles cuando la sacó de su interior.

—Vaya... Lo hice porque me denunciaste —me miró desafiante—. Con que no se lo dijiste ¿verdad?

—No, ni lo iba a hacer. No sigo órdenes de gente como tú —cuando Liam me escuchó, vi como su rostro se iba enrojeciendo y sus ojos agrandando. Iba avanzando pasos hacia mí. Quedaban escasos metros entre Liam y yo, pero en medio se encontraba Oliver.

—No voy a permitir que vuelvas a poner tu mano encima de ella —le avisó Oliver.

—Como si fuera tuya —le interrumpió Liam.

—No es mía, ni tampoco tuya. Te recuerdo que no es de nadie.

—¿Y entonces por qué la vas a proteger? —dijo Liam acercándose cada vez más a mí por lo que también a Oliver.

—¿Y entonces por qué le ibas a golpear? —le imitó Oliver dando pasos hacia atrás e intentándome alejar de Liam.

—Porque os lo merecéis.

—¿Merecemos perder a una persona que amábamos con todo nuestro ser e intentar acabar con nuestra vida?

—Os merecéis todo lo que os pase por denunciarme. Habéis arruinado mi futuro.

—Eres un maldito egocéntrico —le reproché.

Al volverme a escuchar, Liam empujó a Oliver haciendo que se cayera al suelo fácilmente y lo esquivó pasando por su lado. Cada vez lo tenía más cerca. Oliver soltó un grito de dolor cuando Liam, viéndolo en el suelo, levantó su pierna y le dio con toda su rabia en el punto en que le dispararon. Y lo volvió a repetir, así hasta tres veces. Cuando paró, Oliver seguía en el suelo con las manos en el punto afectado y gritando en silencio de dolor.

Al comprobar que le estaba dando en el mismo punto que la bala, en mi mente se volvieron a aparecer más preguntas.

¿Cómo sabía su punto débil estos días? ¿Era una casualidad o él era esa persona misteriosa?

Mientras mi mente circulaba más y más, veía como Liam se iba acercando cada vez más a mí. En un abrir y cerrar los ojos, tenía a Liam justo enfrente dándome puñetazos en la barriga con tal de intentar tumbarme.

Se me aparecieron flashes de mi madre y mi padre, y la rabia se apoderó aún más de mí. No sé porqué fue así, pero en mi cabeza empezó a sonar Dangerous Woman, haciendo que le cogiera del cuello con los dos brazos y sacando fuerza, le tirara al suelo de un golpe. Al escuchar el ruido que sonó al caer, Oliver giró la cara asustado por verme en el suelo, pero levantó los ojos mirándome con felicidad al ver que le había vencido y que no era yo la que estaba en el suelo.

—La próxima vez, piénsate dos veces a quién atacar —le amenacé a Liam—. Una vez es suficiente para que aprenda de mis errores y el error de aquel día fue irme sin hacerte nada —me acerqué a Oliver dejando atrás a Liam y le acerqué mi mano para que se levantara. Él me agarró y tiró de mí para levantarse mientras que la otra mano seguía en su punto dolorido.

—¿Cómo has hecho eso? —me preguntó sonriendo de la felicidad que sentía por mi en ese momento.

—Me sé defender cuando me enfado —le intenté mentir.

***

Estábamos en mi casa y Oliver se había empeñado en revisar por todos los sitios probables para encontrar algo. Pero sin duda, no había nada. Mientras él desordenaba las cosas, yo las volvía a poner en su lugar.

—¿No crees que debería cambiar la cerradura?

—Sí, porque aunque le hayas quitado las llaves a Liam... —al mencionarlo se le escapó una cara de rabia— Podría ser que se hiciera más copias. Además te recuerdo que la persona que me secuestró, no forzó la cerradura, es decir, que tenía una llave.

Me puse manos a la obra y llamé a los cerrajeros. Me dijeron que por la tarde iban a estar disponibles, así que intentarían venir.

—Qué rápidos —informó Oliver.

—Oye... Mi hermana ha cogido un billete para venir a Chicago y supongo que se quedará a dormir en esta casa.

—Tranquila, yo me voy. Así os dejo más privacidad.

—Oh... Pues gracias —no sabía lo que decir porque pensaba que iba a ser más difícil—. Pero esta noche os podéis quedar a cenar los dos, y así os conocéis.

—No hay ningún problema, siempre y cuando a las dos os parezca bien. No me gustaría que os sintierais incómodas.

—Qué va —me hacía mucha ilusión ver por primera vez desde que vine a esta ciudad a mi hermana. Aunque fuera una situación un tanto complicada por todo lo que estaba pasando—. Pues esta noche cena para tres.

Mientras seguíamos hablando alguien aporreó la puerta. Oliver y yo nos miramos confusos.

—¿Voy yo? —me propuso él. Yo asentí ya que no quería volverme a enfrentar otra vez con alguien. Mientras avanzaba poco a poco, seguían tocando la puerta con mucha fuerza. Cuando la abrió, se quedó parado mirando a la persona.

—¡Andrea! —gritó una voz que supe que era la de mi hermana. Una voz que también noté que estaba rota. Rápidamente supe reconocer que estaba llorando.

Oliver se giró con cara de preocupación y yo asentí para que la dejara pasar. Cuando él se puso para un lado y mi hermana apareció dejándome verla, me levanté de un salto del sofá y fui corriendo a abrazarla.

—¿Qué pasa, Beatrice? —le pregunté tocando su pelo castaño rizado. Noté que estaba más guapa, con las pestañas más grandes y sus ojos grises brillando.

—Papá está aquí —dijo llorando aún más y hundiendo la cara abrazándome.

Esas tres palabras fueron suficientes para que el corazón se me parara haciendo que los pelos se me pusieran de punta y me empezara a marear. 

Secretos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora