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Martes

13 de enero


No había dormido esa noche. Había salido a la calle un par de veces. El ambiente en la casa estaba cargado de malos recuerdos. Cada rincón de ella me recordaba algo que desearía borrar, pero por alguna razón mi mente no me dejaba. No podía estar más allí. Escuchaba mis gritos ahogados en cada parte y veía mis desesperadas lágrimas caer. Necesitaba alguien a mi lado en quién apoyarme. No sabía definir a quién necesitaba. Necesitaba, necesitaba... Necesitaba a Brandon. Él siempre me escuchaba en los peores momentos, y no era agradable escucharme. Pero él siempre lo hacía, no importaba dónde, cuándo ni cómo, solo lo hacía. Y yo después de desahogarme estaba reconfortada. Aunque lo que más me reconfortaba eran sus abrazos. Una lágrima me cayó al acordarme de que no los volvería a sentir jamás. Y empezaron a brotar más lágrimas al acordarme de mis malos momentos en los que él me ayudaba:

Cuando no me vi capaz de continuar con la carrera.

Cuando fui capaz de contarle la historia de mis padres.

Cuando le conté lo sola que me sentía.

Necesitaba hablar con él, y es lo que iba a hacer. Me levanté de la cama inundada por lágrimas y me senté frente al portátil. Abrí internet e introduje en el buscador : alojamientos cerca de la cala San Roca.

Salieron bastantes opciones, y me iba introduciendo en cada enlace. Miré varios moteles, algunos eran más nuevos que otros, más caros, con más disposiciones. Pero me quedé con uno en concreto. Motel Club Roca. Ahí fue donde a finales de carrera fuimos Brandon y yo a celebrar que ya habíamos superado el primer año. También era bastante bueno, la fachada era nueva, aunque las habitaciones eran un poco antiguas. Me salió barato, lo que iba bien para mi economía. Recuerdo que tenía máquinas de bebidas y de comidas, como sándwiches, bocadillos o dulces. Reservé para dos días y una noche, una habitación individual. Imprimí los papeles de la reserva y los revisé para ver que todo estaba bien. Después, fui a buscar la mochila de viaje que tenía para guardar algo de ropa. La puse encima de la cama y cogí el neceser. Metí el cepillo de dientes, pasta, desodorante y unas cuantas cosas más. Al acabar mi neceser lo guardé en el fondo de la mochila y cogí mis auriculares. Puse la carpeta que habíamos creado Brandon y yo para momentos de relajación. Le di al play y abrí el armario para buscar ropa que llevarme. Cogí la ropa interior y el pijama de Victoria's Secret. A continuación busqué ropa del día a día mientras sonaba Vampire. Cogí un par de tejanos y otro par de sudaderas.

Por mucho frío que hiciera, no me iba a ir de la cala sin darme un baño en sus cristalinas aguas. Tampoco iba a irme sin llegar a la boya, como hacía con Brandon cada vez que íbamos.

Busqué el bikini que siempre me solía poner, pero no lo encontraba. Rebusqué por todo el armario pero no daba con él. Hasta que vi una prenda con el mismo color. Me sentí aliviada porque estaba empezando a agobiarme al no encontrarlo. Tiré de la prenda hacía mi. No. No. ¿Qué hacía ahí? Giré la camiseta y leí aquella frase que en aquel momento me hizo llorar: Babe, I love you

Justo cuando leí la frase presté atención a la canción que sonaba: Can I go where you go? Can we always be this close forever and ever? Todo era una coincidencia. Y volvió a sonar otra frase: you're my, my, my, my lover. Lover. La canción que teníamos Oliver y yo. Volví a llorar. Todo me recordaba a él. Él me recordaba al dolor. A traición. Una parte de mí, me decía que cortase la camiseta a trozos o la quemara, pero otra, que me acabó convenciendo, me dijo que la guardara. Me ayudaría a ser fuerte, a superarlo. La volví a guardar en lo más fondo del armario y guardé la ropa escogida en la mochila. Intenté no escuchar la canción, pero era difícil. Difícil era olvidarse de todo lo bonito que me pasó con él, pero siempre, detrás de esas cosas que nos hacen felices, está el dolor oculto. El dolor que nadie te prepara para sentir, el que jamás esperas sentir.

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