41

2 0 0
                                    

Domingo

26 de diciembre


Me levanté de la siesta llorando. Acababa de soñar con Brandon. ¿Cómo los sueños podían parecer tan reales? ¿Cómo una imaginación puede herir tanto? Todavía seguía en mi mente su brillante sonrisa, esa que te quitaba las penas con solo verla. Estábamos él y yo, sentados uno al lado del otro, viendo el atardecer. Él fue quién rompió el silencio de un momento a otro.

—Andrea, me tengo que ir —dijo quitándome los pelos de la cara.

—¿Qué?¿Dónde? —pregunté yo curiosa por su repentina marcha.

—Tranquila, todo saldrá bien. Te costará aceptarlo, pero como siempre, tú puedes con todo lo que se interponga en tu camino. Espero que no te pase lo mismo que a mí, y no nos veamos hasta dentro de muchos años. Cuídate, por favor. Hazlo por mí.

—Brandon, no te entiendo, explícate —le reproché

—Te quiero —dijo él dándome un abrazo que sentí que era interminable.

—Te quiero —le dije abrazándolo, aunque seguía sin entender nada.

Ahí me desperté, en medio de ese abrazo interminable, con la cara llena de lágrimas. Un océano lleno de inseguridades, miedo y confusión, pero a la vez incluía valentía, fortaleza y amor.

—Ey, ¿estás bien? —dijo Oliver arrodillándose con preocupación.

—Ya está, no te preocupes —dije yo dejándolo pasar. Él no comentó nada, sabía que era mejor no hurgar en esas heridas.

—¿Has dormido algo? —preguntó Oliver.

—Sí, algo he podido dormir —se me escapó una lágrima al recordar cómo me desperté—. Y tú, ¿has dormido algo?

—No mucho, pero no te preocupes, aquí lo único que importa es que puedas descansar bien.

—Gracias, sin ti no sé qué hubiera sido de mí después de todo —le dije a Oliver. No tenía pensado decírselo, pero fue algo que se me escapó, y no me arrepiento de decir la verdad.

—No las tienes que dar, si se las tenemos que dar a alguien, se las damos a Brandon. Él fue quien nos condujo a lo que estamos viviendo tú y yo —dijo Oliver acariciándome el pelo.

—No sé cómo salir adelante cada día sin él —dije, volviéndome a meter en ese vacío que sentía.

—Andrea, quiero que descanses, no quiero que vuelvas a meterte en ese pozo sin salida. Si lo haces, te acompañaré hasta que quieras salir, no te sacaré a la fuerza, pero antes de meterte piensa en lo que tienes. A tu hermana, a mí. Así que ahora descansa, hazlo por nosotros.

Al decir eso Oliver, le di la razón. No podía quedarme toda mi vida de esa manera, en ese hueco de dolor, sinó que tenía que vivir el presente, y recordar el pasado de la mejor manera, no de esa manera que me hacia replantearme todo. Oliver me dejó una infusión en la mesita, y yo me tapé con el edredón y me di la vuelta. Empecé a pensar en mi madre, seguro que ella me estaría cuidando desde donde estuviese. O quién sabe, tal vez me cuidaba a través de Oliver. Ellos dos, junto a Brandon y mi hermana, eran de las pocas personas que habían experimentado mi manera de amar.

Secretos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora