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Jueves

25 de noviembre


Estábamos hablando con una película parada a medias. Yo estaba sentada en el sofá grande al lado de mi hermana y Oliver en una butaca.

—¿Por qué no te fuiste con tu hermana a Chicago? —le preguntó Oliver a Beatrice con gran curiosidad pero con corte.

—Yo ya tenía mi vida hecha. Y cuando Andrea dijo que se iba para poder avanzar, me hizo daño pero la dejé ser libre. En cambio, cuando me enteré de que nuestro padre iba a salir de la cárcel e iba a venir a Chicago, tuve que venir para avisar lo más rápido que pude.

—Eres una gran hermana —le dijo cuando Beatrice terminó.

—Solo quise hacer las cosas bien —mientras lo decía, le abracé.

Las conversaciones salían fácilmente ya que teníamos mucho de qué hablar, y las manteníamos con gran fluidez. Por suerte, a mi hermana le cayó bien Oliver y viceversa.

—Ahora que ya hemos hablado sobre... —no hicieron falta más palabras de las que dijo mi hermana para que supiéramos de quién se trataba—. ¿Qué le ha pasado a Brandon?

—Primero —lo estaba diciendo obligada ya que no me sentía con ánimos para hablar de ello—. Él es su hermano.

—No te creo —la vi sorprenderse—. No os parecéis casi nada —se paró unos segundos antes de echarme la culpa—. ¿Por qué no me dijiste nada?

—Ni yo lo sabía.

—¿Entonces cómo sabes que es él? —espetó mirando de refilón a Oliver que estaba intentando disimular una pequeña sonrisa.

—Es él porque es él. Además puedes ver su carnet. Es su hermano y no hay dudas —respiré antes de seguir—. El otro día estaba intentando dormir y me puse a recordar situaciones pasadas. Se me apareció un flashback. Allí estábamos Brandon y yo hablando. Por detrás suyo apareció un chico mayor que él y le saludó. Evidentemente ese chico, eras tú, Oliver —paré para recapitular, pero me di cuenta de que se acababa ahí—. La duda que deambula por mi cabeza es porque no me lo dijo. Porque nunca me habló de su hermano.

—Bueno... —interrumpió Oliver— En realidad él y yo no teníamos mucha relación. Casi no nos veíamos. Podría ser que no tuviera necesidad de hablarte de mí porque no querría recordar su pasado.

Sus palabras me respondieron a una de todas esas preguntas que tenía. Aunque no acabó de encajar del todo, porque sabía que algo guardaba. Sus palabras escondían un suceso.

—Bueno, es hora de que me vaya a mi casa —informó él mientras se levantaba con rapidez de la butaca—. Nos vemos.

Me dedicó una dulce sonrisa.

—Que pases una buena noche —se despidió mi hermana sin levantarse del sofá.

—¿Quieres que te acompañe? —sugerí.

—No hace falta. Pero gracias.

—Vale, buenas noches.

Cuando las dos nos despedimos, se giró y salió por la puerta. Mi hermana se me quedó mirando y hasta que no cerré con llave, no me dirigió palabras.

—Es un buen chico.

Asentí lentamente dándole la razón.

—Pero todavía no me has contado lo que le pasó —dijo refiriéndose a la desaparición de mi mejor amigo.

—Beatrice, no me gusta hablar sobre eso.

—A nadie le gustaría hablar sobre la muerte de un ser querido. Pero a veces hay que hacerlo para callar las pequeñas e inútiles voces de tu cabeza.

—Ya se lo he contado a la policía y no me ha callado nada.

—Yo no soy la policía, soy tu hermana.

Ella era una persona seria y si no estaba de acuerdo en algo, era capaz de discutir hasta llevar la razón. Así que, me senté a su lado tensa y le conté todos los detalles.

Mientras le iba contando, su expresión pasó de sorprendida a asustada.

—¿Cómo una persona puede hacer eso? —preguntó cuando acabé.

—La pregunta que más importa no es esa, sino quién lo hizo y porqué.

—¿Y los policías hacen algo?

Intenté buscar una respuesta rápida y útil. Si le decía que no, ella iba a ir a la comisaría y regañaría a todos los que estaban haciendo su trabajo. Era mi hermana mayor, y sin duda se notaba.

—Han empezado hace poco. Déjales su tiempo.

—Ya. Y si llevan tan poco ¿por qué han encontrado su cuerpo sin los ojos?

—No lo sé. No lo sé.

—¡Date cuenta! Os están escondiendo algo o alguien os está provocando.

—Beatrice, déjalo. Suficiente por hoy. Tengo la cabeza que parece que me va a explotar —intenté apartar el tema intercambiándolo por otro—. ¿De qué vas a trabajar ahora?

—Me han contratado en un bar. De camarera.

—Vaya, venías preparada.

Mi móvil se encendió mostrando un mensaje de Oliver. Lo abrí con la expectación de mi hermana y había una foto.

Se veía a un hombre con un conjunto negro. Traía la capucha puesta. Lo aterrador no fue eso, sino que estaba sentado en un banco a pocos metros de mi casa. No se podía ver con claridad porque la foto era borrosa. 

Secretos OcultosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora