siete. calorcito de Mayo [pt 2]

972 165 94
                                    


Desde que Matias apareció con Stella por la puerta del salón le llamó la atención, pero esa impresión no le tomó mucha importancia dado que estaba enfocado en otra cosa. Luego por cuestiones del azar se lo volvió a cruzar en diferentes lugares; de camino a la parada de su bondi a tomar, en el colectivo o verlo por la ventanilla caminando por las calles de la ciudad. Llegó a pensar que él estaba imaginando la figura de Mati por las calles después de lo que había ocurrido de tropezarse y darle ese beso en la comisura de los labios de su alumno. No era posible que lo viera tan seguido en contra de su voluntad.

Entonces ocurrió lo de sus historias destacadas, se había sentido halagado, con un cosquilleo que le fue difícil de explicar y que le martilló su cabeza durante días. Para él fue un gran problema, porque debía concentrarse en el profesorado, las prácticas, en su trabajo ayudando en la lomiteria de su tío para bancarse los trajes y demás producción que utilizaba en sus presentaciones con el grupo de Malambo con el motivo de no molestar a sus viejos con gastos extras; su mundo le decía que tener a Matías invadiendo cada rincón le era un inconveniente.

Y todo empeoró cuando estuvieron a punto de besarse cuando le corrigió la postura, su mente explotó. Se dio cuenta que le pasaba algo, que era innegable e imposible, que no podía permitirse darse ese lujo. No cuando estaba tan ocupado en conseguir su principal objetivo de recibirse.

Y las semanas siguieron, las clases en que veía al chico de tatuajes y piel pálida esforzarse para mejorar, que veía progreso en aprender la danza que a pesar de la razón por la que lo hacía. Ah, cierto, esa razón.

Otra cuestión por la que ni valía la pena detenerse a soñar con intentarlo era que Matías gustaba de alguien más, si fue por eso que se convirtió en su alumno y le había pedido que le ayudara con la chica en cuestión. Simplemente no era posible.

Si le gustaba Soulé debía conformarse con mirarle en sus clases y de sus pequeñas charlas, era consciente que no podía aspirar a más.

Tenía todo controlado, hasta que de vuelta Matías se volvió a colar en su cabeza desenchufando con sus ojitos avellana para que su capacidad de raciocinio se desvanezca y el corazón actúe sin miedo.

Quizás su alumno se había perdido, en el mejor de los casos lo había ido a buscar, lo que sea, apareció de vuelta a donde él estaba con un claro signo de confusión en su rostro. Como algo instintivo fue a indicarle que pronto estaría junto a él, sin importarle que estaba en medio de una prueba de vestuario o los alfileres en la camisa. Luego, cuando volvió con la costurera, ella le preguntó si Mati era alumno en la Academia o de dónde lo había conocido; él le respondió que hacía Malambo y lo último que comentó la mujer fue que le parecía un lindo chico.

De vuelta en el salón lo encontró sentado sobre el piso de madera, en su expresión no se notaba muy animado, algo decaído. Quiso preguntar cómo se encontraba, pero se dijo que se estaba preocupando demás y solo pidió que se ponga en posición para comenzar la clase, lanzando un tonto comentario al final.

Pudo haber comenzado la lección como si nada, pero su razón no podía hacerle frente a su latiente corazón que le pedía que intente, por lo menos una vez más, sacarle una sonrisa al chico frente a él. Así que halagó los tatuajes en el brazo de Matias expuestos gracias a la musculosa gris que tenía puesta. Debe admitir, se sintió orgulloso de sí mismo por lograr la pequeña sonrisa tímida del contrario.

Entre más quería ver crecer la sonrisa de Matias, no se daba cuenta cada paso que daba al acercarse a su persona hasta que finalmente logró delinear con sus dedos cada dibujo de tinta. Hasta que cualquier distancia que los separaba terminó siendo traspasada y ahora él estaba observando los labios rosas del contrario con deseo, a punto de tirar todo al carajo y darse ese pequeño lujo.

zapateos y otros sentimientos [souliz]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora