Hace diez años que Sage no vuelve a su pueblo natal. Después de todo, nadie regresa al lugar donde le rompieron el alma. Fausto Carradine fue su gran amor de juventud, uno que lo humilló y lo dejó cuando más lo necesitaba. Sin embargo, hay personas...
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Sage Williams era el único ser en el planeta que le importaba a Fausto. Si algo le pasaba a él, no tenía nada. Por él era capaz de todo, incluso de renunciar a su amor.
Con el corazón desgarrado, esa noche Fausto enfrentó a Sage y le dijo que no lo amaba más. Fue la única vez que se sintió valiente. Protegía a quien amaba, aunque este llorara como nunca y no lo entendiera.
Al día siguiente, invitó a Marie Hazel, una chica de familia prominente de Nueva Orleans, a pasar tiempo en su casa. Lo había hecho otras veces, pero siempre en plan de estudio. Las intenciones ahora cambiaron. Fausto le hizo el amor en su cama, en la misma cama en la que cada noche soñaba y reía con el sabor de Sage en sus labios. Marie era similar a él, y no solo en dinero. Eran dos autómatas que cubrían el dolor con capas y capas de soberbia y desprecio. El soberbio alardea de lo que siente que carece. Esa era una gran verdad. La verdad de todos aquellos con el mismo mal.
El suicidio de Russell fue inesperado. En medio de su propio dolor, Fausto contempló a su padre en el funeral. Había perdido a su amante y lucía como una piedra. Sus miradas se encontraron, y fue triste entender que la ambición y el prejuicio eran valores más importantes que el amor y lo genuino. Sus almas estaban muertas. Los ojos de Fausto eran iguales a los de Douglas; no reflejaban nada.
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El ambiente se asemejaba a un cristal que poco a poco comenzaba a trizarse.
—Cuando te dije que eras el amor de mi vida, no mentía, Sage. Siempre lo serás.
Sage se limpió las lágrimas y pensó en sus padres, en su historia de amor compleja, mucho más que la de ellos.
—Jonas me dijo que encontró una vez a Douglas y a mi madre a los besos entre los frutales.
—¿Qué? —Fausto frunció el ceño—. Imposible. Mi padre es gay. No buscaría una mujer para...
—¿Y qué tal si era bisexual? ¿Si los tres sabían y lo consentían? ¿Cuánto de verdad sabemos acerca de ellos?
Había una posibilidad. Desconocían tanto de sus progenitores. Fausto quedó en silencio por unos minutos. Sage estaba sentado frente a él en la vieja mesa. Su amor de juventud llegó a su puerta para expiar culpas. Cuando supo de la muerte de May, entendió que Sage volvería y que él tendría una oportunidad. Su padre también lo supo, e intentó disuadirlo. A Fausto ya no le importaba. Su padre siempre le dijo que todo rey debe ser temido. A Douglas le encantaba infundir terror. Fausto era incapaz de vivir en medio del miedo, sobre todo cuando su propio hermano se quedaría con el hombre que amó toda la vida.
Jonas y Sage se tornarían amantes, lo supo en el momento en que visitó a su hermano para advertirle que se alejara. No iba a permitirlo.
—Pienso que mi padre tuvo que ver con el suicidio de Russell.
