19 Preguntas 💖🌈

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Sage se humedeció los labios y miró a través del espejo retrovisor

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Sage se humedeció los labios y miró a través del espejo retrovisor. Había abandonado la casa de Jonas hacía solo media hora y ya tenía ganas de regresar y acurrucarse en sus brazos. Estaba destrozado. Cada célula de su cuerpo rogaba por un descanso. Horas de sexo interminable desde la tarde del día anterior. Casi veinticuatro horas de puro fuego. Tenía un ataque de risa. Esta locura en la que estaba inmerso desde que llegó a Nueva Orleans lo tenía trastornado y ahora gustoso. La muerte de su madre, enterarse de que había sido amante de Douglas Carradine desde siempre, los recuerdos con Fausto, hacer el amor hasta el agotamiento con Jonas Carradine, nada más y nada menos que el hermano de quien fue su gran amor de juventud...

«Jonas».

Le había dicho a Sage que era una estrella, una inalcanzable. Lo hizo sentir amado, deseado, venerado con devoción por un hombre que podía tener a cualquiera, pero lo seguía eligiendo a él. Aun después de quince años lo elegía todavía. Jonas era un libro abierto, uno que no le temía a nada, uno que había vivido en un infierno y salido más fuerte.

¿Cómo no darse la oportunidad con alguien así?

Nuevamente pensó en el desastre que lo esperaba en Nueva York. La rabia de Sony al no formar parte de su vida sería incontenible. Sage ya no lo quería como marido, pero tampoco como mánager, y ese sería un golpe terrible a su ego.

Frenó a su cabeza y disfrutó el momento. Por primera vez en mucho tiempo, Sage era feliz, y conservaría eso. Disfrutaría de una cena con Louis, quien quería todos los detalles escabrosos de su encuentro con Jonas. Sage se ruborizó. Era incapaz de contar con detalles lo sucedido. Él aún no lo creía.

«Follas como un conejo».

Jonas había reído hasta las lágrimas con la comparación. Sage ahora se avergonzaba de todas las locuras que le había dicho antes, durante y después del sexo. Era como si hubiera activado su verborrea.

La noche comenzaba a poblar cada espacio. La belleza de la ciudad, la magia, los tabús que rondaban desde siempre acerca de fantasmas y brujas. Sage amaba la ciudad. Llegó a su casa decidido a darse una ducha y esperar a Louis. De hecho, se había bañado antes de salir del hogar de Jonas, pero no se le había ocurrido mejor idea que su amante lo empotrara contra la isla de la cocina e hicieran un desastre. Olía a sexo, y eso a Louis no le pasaría desapercibido, por lo tanto, debía pasar una vez más por la ducha.

Su casa estaba a oscuras. Había una tenue luz en el sendero que conducía hacia ella y un par de faroles a los costados de la propiedad. Escuchó el sonido de los insectos que acompañaban el crepitar nocturno. Bajó del vehículo y caminó hacia la casa. No había garaje, no todavía, pero eso cambiaría pronto gracias a Jonas. Los pasos de Sage se sintieron nítidos entre la tierra. Volvió su vista hacia atrás cuando de pronto un escalofrío lo recorrió. Miró hacia todos lados y pensó que alguien lo seguía.

Pisó la ruidosa madera del porche, buscó las llaves en su bolsillo de su pantalón de lino y abrió la puerta. Ingresó y encendió la luz de la sala y las del porche. Se quedó quieto, y el chirrido de la madera seca del piso tronó en sus oídos. Tragó saliva, caminó con velocidad hacia la puerta y de inmediato le colocó seguro.

Jonas D. E Libro 2 (Romance gay +18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora