Capítulo 12

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Subo las escaleras, siendo guiada hacia una habitación de huéspedes.
Un sirviente abre la puerta e ingreso a la habitación luego de que Obsidian lo hiciera.
No me sorprende su tamaño o la cantidad de lujos, así que me limito a lanzarme a la cama y por fin tener un descanso digno.

Despierto en el ocaso. Los pocos rayos de luz que atraviesan el cristal se reflejan en las paredes. Me acerco a la ventana, captando al príncipe en el jardín. Agita la espada plateada en los aires y atraviesa un muñeco hecho de sacos.

Su cabello dorado brilla ante el sol y sus ojos verdes se centran en los movimientos de lucha. Es apuesto, pienso.
En algún momento se dió cuenta de mi presencia. Ahora me mira escéptico.

- ¡¿Quiere bajar?!

- ¡¿Tengo alguna otra opción?! -exclamo. El príncipe se encoje de hombros.

- ¡Te reto a una lucha!

- Quédate aquí -expreso a Obsidian antes de salir de la habitación.

El príncipe me observa retador, en tanto yo camino hacia su dirección.
Lanza una espada enfundada del mismo tamaño que la suya, en el aire y la atrapo sin dificultad.
Que no me hubiera liberado de su agarre, no significa que no sepa luchar, después de todo, soy una princesa.

- No se preocupe, esto no tardará mucho, campesina.

Desenfundo la espada y espero el primer ataque. Lo lanza hacia mi pierna, pero lo bloqueo. Lleva la espada hacia mi brazo y el sonido de las hojas chocando lo hace retroceder.

- ¿Qué sucede alteza? Esto no tardará mucho, ¿cierto?

Dirijo la espada a su muslo pero la bloquea rápidamente. Iniciamos a avanzar por el jardín y a luchar con más determinación.
Su espada me roza el brazo, rasgando el vestido. Me mira divertido pero eso se esfuma al sentir el corte que le realizo a su pierna derecha.

Sus ojos se tornan irascibles y los movimientos ahora son con más rapidez.
Intenta llevar la espada a mi estómago pero me apresuro a bloquearla. Hace otro intento, esta vez a mi brazo izquierdo. Logro lanzar su espada lejos de él y levanto su mentón con la mía.

- Un placer luchar con usted, príncipe.

Unos minutos después, me encontraba de nuevo en la habitación. Habían dejado unos cuantos vestidos sobre la cama y, lo que más había anhelado, un manto de seda.

Lleno la bañera de agua y vierto gotas de aceite, miel y un aromático con olor a rosas. Juego con la espuma dentro de la bañera y luego cierro los ojos, dejando mi cuerpo disfrutar del agua tibia.

Ato la bata rosa de seda alrededor de mi cintura y salgo del cuarto de baño.
El gato me espera en la cama de nogal y me recuesto a su lado. Él ronronea y pasa su cabeza contra mi brazo.

La luna brilla en cuarto menguante. Esa fue la última imagen que tuve antes de cerrar los ojos.

Nieve y obsidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora