Capítulo 25

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Le extiendo la mano a Howell. Salí victoriosa en el combate, pero no ilesa.
Mi brazo, el que no estaba envuelto en gasa, tiene ahora un rasguño y la manga rasgada. Además del corte en mi estómago.

— Su alteza, está muy bien adiestrada.

— Lo mismo digo, por poco me vence.

— Su alteza...

— Si seremos colegas, dígame Anniken —él asiente, dudoso.

Caminamos hasta los establos y me encargo de desatar a mi caballo.
Estoy a punto de montarlo cuando Obsidian aparece corriendo por el jardín nevado. Ese gato.
Corre velozmente y se lanza sobre mí, haciéndome retroceder unos cuantos pasos.

—¿Cómo saliste de la habitación? —susurro. El gato responde con un maullido—. No me sigas —lo coloco sobre la nieve y monto el caballo.

Los demás soldados se incorporan y cruzamos las rejas del palacio de Xhiden. Durante el trayecto pienso en Loan. En cómo estará sobrellevando la situación con la reina Eithne.
Ella prometió no buscarme pero no puedo decir lo mismo de mi padre.

El canto de los pajarillos me hace sonreír.
Pasamos por pueblos; bebemos agua de coco y comemos fruta de un mercado. Los pueblerinos llevan sus sencillos trajes de lino, zapatillas desgastadas y capas de lana. Los niños corren entre la gente que transita y se lanzan a la nieve, sin importar si se congelan. Algunos de ellos se acercan y preguntan a los guardias sobre el príncipe. Se ven decepcionados al oír que aún está perdido.
Iniciamos a alejarnos del gentío, de las voces y los revoltijos de olores.

Sostengo la rama de un árbol y la suelto, sacudiendo la nieve. Llegamos a la frontera con uno de los países vecinos.
Ocranta no posee lazos muy estrechos con otros países, pero serían capaces de crearlos para la búsqueda del príncipe.

Nada. Nada. Simplemente nada. Me hace cuestionarme si tan siquiera seguirá con vida. Semanas de búsqueda y no han encontrado ninguna pista. ¿Qué cambiaría con mi llegada? ¿Qué me hace creer que sí podré encontrarlo? Suelto un largo suspiro y el general parece notarlo.

— Siempre queda allí.

— ¿Mhm?

— El sentimiento de frustración —me mantengo en silencio, observando el cielo, escuchando las palabras de Howell.

— ¿No lo han dado por muerto? —interrogo.

— Seguimos creyendo que lo encontraremos.

— ¿Qué le sucedió? ¿Por qué desapareció así?

— Las puertas del palacio estaban abiertas. La realeza festejaba el cumpleaños 22 del príncipe. Ese fue el último día que se le vio en sus aposentos.

¿Algún pueblerino era capaz de secuestrar al príncipe? ¿Y si fue así, por qué el príncipe no ha escapado? No sería complicado, o eso creo.

Trazamos nuestro rumbo de regreso, esperando que mañana tal vez tengamos suerte.

Nieve y obsidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora