Capítulo 02

45 11 9
                                    

Despierto por el picoteo de un ave.
El suelo grisáceo se encontraba limpio y no había rastros de la lluvia, eso si ignoraba lo húmedo de mi colchón y la tos que tenía atravesada.

Cierro la puerta, tratando de no hacerla rechinar y abro la ventana de madera para asomar mi cabeza.
Despejado. Abro la puerta de nuevo, tomo el colchón de los extremos y tiro hasta llevarlo a la parte de atrás de la casucha.
Lo dejé bajo el sol y cuando hubo secado luego de unas horas, lo regreso adentro y cierro la puerta. No sé quién vivía aquí, probablemente huyó, pero al menos dejó un colchón.

Camino descalza sobre la calle empedrada y me meto en el espeso bosque. La primera vez que me adentré entre los árboles, los marqué en el tronco con una roca afilada para no perder el camino. El cuchillo lo encontré después, al entrar en otra casa abandonada.

Sigo andando, las astillas y las rocas se incrustan en mis pies, pero estaba acostumbrada a eso. Llego al árbol que había marcado con doble raya y atravieso los arbustos.

El lago brilla por los rayos del sol.
Me desprendo de mi ropa y del cuchillo que llevaba oculto, al estar dentro del verde lago, la lavo. Sin jabón no quedaba del todo limpia pero solo el agua estaba disponible.
Extiendo la ropa sobre una roca plana y me propongo la tarea de desenredar mi cabellera. Dejo mi broche de oro junto a la ropa. Si no hubiera estado en estas circunstancias habría adorado el estar en este lago.

Escucho algo pisar las ramas, pero lo dejo pasar.
Me coloco mi ropa y aunque sabría que iba a mojarse de nuevo, no tenía más remedio que buscar mi comida.

Busco una rama lo suficientemente fuerte y larga. La afilo con la hoja del cuchillo y me preparo para cazar.
Clavo la rama al ver un pez gordo, pero fallo, como era de esperarse. Un salmón pasa a mi lado y lanzo la rama en su dirección.

¡Bingo!

Arranco el pescado de la rama y quito sus escamas. Estando descamado y sin tripas lo vuelvo a clavar en una rama más pequeña y trato de hacer fuego con dos rocas. Tardé tanto tiempo, siempre lo hacía y terminaba arrepintiéndome de no haber traído los fósforos. Pero no podía usarlos, eran para alumbrar la casucha.

Cuando el pescado estuvo dorado, lo comí. Extrañaba una buena comida, no era que el pescado fuera horrible, pero no era muy apetecible comerlo sin sal y aderezos, además estaba cansada de cazarlo. De todos modos no podía darme esos lujos.

Salgo del lago, esta vez buscaría la cena fuera de él. Me adentro otra vez en el bosque, agudizo mis oídos y mantengo los ojos en todas partes. Escucho ruido entre los arbustos y me acerco lo más silenciosa posible.

Una iguana. Tomo el cuchillo con cuidado y se lo clavo en el medio. Hago una mueca al ver la sangre brotar, pero era esto o no comer.
La llevé de la cola y la cabeza, y me apresuré a recorrer el camino hasta la casa.

Nieve y obsidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora