Capítulo 30

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Salto por la ventana y echo a correr hacia el caballo. Esquivo un halo de luz oscuro al agacharme y me pregunto que hará eso.
En realidad no quiero saberlo. Un nuevo halo pasa a mi lado, impactando en la nieve. Me giro, aún corriendo y observo a la hechicera. Su melena escandalizada cae hasta su cintura y un brillo malicioso desprende de sus extraños ojos blancos.

Un siguiente halo de luz se aproxima, así que monto al caballo y levanto la cuerda al momento del impacto. El caballo galopa velozmente en tanto esquivo los halos oscuros. El resplandor alcanza mi brazo, atravesando la túnica.
La pierdo, aunque pudo haberme seguido, eligió no arriesgarse.

Snowflake ralentiza sus pasos pero le exijo volver a galopar. Intento desgarrar un trozo de la túnica pero es inútil así que  presiono la herida con una mano y con la otra llevo las riendas.

Regreso al palacio. Mis manos lánguidas tratan de aferrarse al caballo pero resbalan.
Observo a Snowflake con el pelaje manchado de carmesí. Mi visión se nubla y siento unos brazos envolverme al resbalar del caballo.

Despierto en la pulcra habitación de la enfermería. Mi brazo lleva gasa y mi cabeza de vueltas.

— Su alteza. Perdió mucha sangre.

— Me siento mejor —me reincorporo y pongo un pie en el suelo.

— Princesa...

— Estoy bien. Descansaré en mi habitación —el médico asiente sabiendo que no puede refutar.

Camino por el pasillo hasta llegar a mi habitación. El gato está sobre la cama, dormido. Me lanzo boca abajo y en ese momento tocan la puerta.

— Su alteza —saluda Hytie—. Confeccionaré una nueva túnica —pronuncia al observar mi brazo, así que asiento.

— Adelante —cruza el umbral, coloca los cuatro vestidos y el ropaje de entrenamiento sobre la cama.

— ¿Necesita algo más, princesa?

— Estaré informándole, agradezco sus servicios.

El vestido naranja rosáceo lleva rubíes cosidos desde el hombro hasta el final de la manga. La tela de brocados de oro fue confeccionada en un vestido largo, sin añadir nada más. El vestido negro lleva solo el tul escarchado de la cintura hacia los tobillos y unas esmeraldas bordadas alrededor de las mangas. Por último, el vestido blanco, es menos largo que los otros. Lleva un cinturón de diamantes atado.

Cuelgo los vestidos en el guardarropa y me quito las botas.
Tengo que regresar a la cabaña de la hechicera, pienso pero sería demasiado peligroso. Un halo partió mi vestido, ¿qué me asegura que la próxima vez no me parta a mí?

Nieve y obsidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora