Capítulo 33

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Me coloco la nueva túnica, es exactamente idéntica que la anterior, bajo esta tengo una especie de coraza. La modista confeccionó una túnica más, una réplica, una no es suficiente.
Deslizo los pies dentro de las botas y me arropo con el manto. Enfundo la espada en el cinturón de cuero y oculto el puñal.

La princesa Ayzel espera en las afueras del palacio junto a dos guardias que traen los caballos. Monto a Snowflake y la princesa hace lo mismo. O eso intenta, pero la voz de Howell la detiene.

— Altezas.

— General —respondo al ver que mi compinche no lo hace.

— Tengo guardias disponibles —menciona en un intento para que no marchemos solas.

— Con la compañía de la otra será suficiente. 

— Princesa Ayzel...

— Usted y un solo guardia nos acompañarán  —declaro y de respente soy conciente de que este no es mi reino y he contradicho a la princesa.

Howell se marcha hacia el establo y la princesa Ayzel no dice nada por mi intromisión. Le dirijo una mirada de disculpa y ella se limita a asentir.

Howell cabalga un caballo marrón. Me impidió llevar la cesta, así que el guardia la lleva a lomos del caballo. La princesa Ayzel monta una yegua; es blanca pero no como Snowflake, su tono es casi un marrón muy claro. Por su parte, la princesa del Reino Sur viste una túnica vino, aterciopelada y un manto marrón. Su cabello va recogido en trenzas sobre su cabeza y carga una espada en su cintura.

Nos acercamos a Nuwiek. Desmontamos nuestros caballos y el guardia los amarra alrededor de un tronco. Howell le ordena al joven mantenerse en el lugar hasta que regresemos. Antes de empezar a caminar, bebo un poco de agua de la cantimplora y ajusto la espada en mi cintura.

Pasamos el árbol seco cubierto de nieve.
Mi corazón late con fuerza, temiendo por lo que le espera, aún así trato de lucir impávida.

Nos detenemos frente al terreno vacío.
Howell frunce el ceño y la princesa Ayzel sonríe, recordando la parte de mi historia.
Tomo el recipiente con sal de mi bolsillo y lo vierto en el aire.

— ¿Qué es esto?

Tal vez la princesa y yo omitimos decirle a Howell sobre las cosas mágicas. No mentimos del todo al decir que seguiríamos una pista sobre el príncipe Kiran.
Toco la puerta directamente y giro el pomo. Desconociendo si la hechicera se encuentra o no en su guarida.

Howell entra primero. No sé si es su instinto o su deber quien exige protejernos.
Arrastro al guardia y a la princesa, fuera de la casa. Cierro la puerta y la vuelvo a abrir, esperando que funcione como en las películas de magia, pero no. La cabaña sigue vacía.




Nieve y obsidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora