Capítulo 15

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Vago por una de las salas del palacio, con el propósito de encontrar algo por hacer. Había terminado el entrenamiento temprano y ahora no sabía que hacer con el tiempo disponible.

Regreso a la sala principal y subo las escaleras, con la intención de volver a mi habitación, pero el cuadro gigante que cuelga en la pared hace que me quede analizándolo.

El rey Hassan se encuentra de primero, con sus ojos verdes frívolos. Me pregunto si lo habían plasmado correctamente.
El príncipe Loan era el siguiente, en medio de sus padres. Tenía el cabello dorado peinado hacia atrás y los mismos ojos verdes del rey. Y por último, la reina Eithne. Su cabello castaño caía en una trenza por su hombro y sus ojos marrones denotaban tristeza, pero solo si se observaba con suficiente atención.

¿De dónde había salido el cabello rubio del príncipe? pensé, pero no me inquietó demasiado, su árbol genealógico debía de ser extenso.

Un maullido me sacó de mis pensamientos. El gato negro estaba a mi lado mirándome con sus ojos grises.
Lo tomo y camino hacia mi habitación pero una voz me detiene.

— Señorita Kalina, la guardia real irá a inspeccionar las fronteras del reino.

— De acuerdo —giro impacible e inicio a caminar de nuevo pero el sirviente habla de nuevo.

— Señorita, tiene que ir enseguida —me sobresalto y asiento, por un momento creí que estaba en el Reino Norte.

El sirviente se retira y corro hacia mi habitación, en busca del manto. Dejo a Obsidian en el suelo.

— No rompas nada, regresaré pronto.

Atravieso las puertas dobles y al llegar al campo, Hawise me espera con un caballo blanco.
El general me extiende un cinturón de cuero con hebillas de latón y lo ato en mi cintura, sosteniendo la espada con el tahalí.
Me impulso hacia arriba, acomodándome en la montura y espero la orden del general.

Recorremos los límites de Kadin y del Reino Este. Llegaron rumores de que el príncipe de ese reino está desaparecido desde hace semanas. Así que los reyes, junto a su hija menor, la princesa, advirtieron a los otros reinos para que las guardias patrullaran en busca de alguna anomalía.
Aún faltaba la revisión de los otros límites pero hasta ahora, no había nada inusual.
Cabalgamos dentro de un bosque de cedros, de vuelta al palacio.

El trote de mi caballo se torna lento, relincha y sus orejas se aplanan hacia atrás.

— ¿Qué sucede?

Hawise observa inquisitivamente el bosque, tratando de descifrar el comportamiento del animal. Por mi parte, acaricio el lomo y hablo con él.

— No parece haber nada —expresa Hawise.

Seguimos avanzando en medio de los gigantes y gruesos cedros, cuando el caballo blanco se echa hacia atrás, haciéndome perder el equilibrio y caer en un charco de lodo.

Hawise desmonta su caballo y se apresura a extenderme una mano. La tomo, sintiendo un dolor agudo en mi espalda.

— ¿Está bien señorita? —asiento.

Me desato el manto, ahora sucio y doy un paso hacia el caballo, extiendo la mano para colocar el manto doblado sobre el lomo pero me quedo perpleja.
Un oso se encontraba frente a nosotros, en la salida del bosque.

Nieve y obsidianaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora