30. Familia

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— No sé porqué querías venir caminando cuándo fácilmente podíamos tomar un taxi ó el autobús — rodé los ojos porque era un quejica, pero lo abracé porque estaba siendo muy dulce.

— Deja de quejarte que una caminata de 15 minutos no te vá a matar — él sonrió y depositó un beso en mi cabeza —Apuesto a que no te quejas tanto cuándo vas a entrenar al gimnasio ¿Ó sí?

— Eso es diferente — caminamos un par de cuadras cuándo notamos que en el parque estaban montando una bazar navideño, a ésta hora del día todo estaba lleno de adornos y brillantina, tuve que decirle a Emilio que debíamos acercarnos. Me moví felizmente entre los habitantes del pueblo que conocía desde pequeño, ellos seguían recordándome a pesar de que ya no tenía el cabello castaño y eran muy amigables, pero Emilio no lo sabría porque se apartó a un lugar seguro y me miró desde la distancia con una sonrisita de idiota, ugh.

Ayudé a un par de ancianos que todos los años ponían un puesto del mejor chocolate caliente de la ciudad y les hice saber cuánto me gustaba por lo que fueron tan amables de regalarme dos tazas, esquivé a un par de niños y a un muñeco de nieve caído y me senté junto a Emilio ofreciéndole una de las tazas.

— Éste es el mejor chocolate caliente que probarás en tu vida, lo juro — él me dió una mirada escéptica, pero de todas maneras le dió un sorbo y suspiró con deleite.

— Tienes razón — sonreí y deposité un beso en sus labios, sabía a chocolate ¡Yum!

— Me gusta estar aquí, se respira el espíritu navideño.

— Yo no celebro navidad desde Sabrina — lo miré tan rápido que casi tiro el chocolate en mi regazo y él me dió una sonrisa triste a cambio — Siempre fué su época favorita, sin embargo ella bailaba ballet, por lo cuál siempre le encantaba que nuestros padres la llevaran a Nueva York, a ver el cascanueces, era cómo una tradición para ellos y estoy seguro que no les importaba ver la obra por trigésima vez si al final Sabrina estaba feliz, era su bebé.

— Así es cómo deberías recordarla siempre, Emi. Feliz, alegre. Todos esos buenos recuerdos que siempre se opacan por los malos. No la conocí, pero sé cómo es ser un hermanito menor y jamás querría ver a mi hermano triste y culpándose de todo. Deja ir todo eso que te hace daño.

— ¿Sabes porqué tú? — le dí una sonrisa triste por el abrupto cambio de tema, pero se lo permití porque sabía lo mucho que le dolía — eres cómo la luz en mi oscuridad, Joaco. Tal vez tú no lo notas, pero haces a todos más felices con tu presencia, eres mi pequeño rayo de sol.

— Oh vamos... — solté una risita nerviosa y sentí mis mejillas calentarse, nadie jamás me había dicho cosas tan bonitas y ahora no sabía dónde meter la cabeza, especialmente porque sabía que Emilio no era muy romántico y cada cosa que decía así era porque eso es lo que creía, esa era la verdad para él. Él se acercó y besó mi cabello y luego aspiró mientras me acercaba más a él, yo mismo sentía cómo mi corazón se hinchaba por lo mucho que lo quería, de una forma casi desesperada. De un momento a otro se fué haciendo más tarde y los hombres que habían estado trabajando en unas escaleras bajaron al suelo y luego mágicamente toda la plaza se iluminó con las luces de navidad colgando de las ramas de los árboles, era precioso.

— Joaco — quité mi vista de las luces y la enfoqué en Emi, cómo siempre, el encontrarme con sus ojos color café siempre era extraño, cómo si fuera la primera vez que los veía y aún así causaban estragos en mi interior. — ¿Quieres ser mi novio?

— Sí — le dije, ya no tenía motivos para decir que no y éste era el lugar más lindo en el que había estado. Él me dió una de esas sonrisas completas que poco veía, pero que calentaban todos los rincones de mi corazón y luego me besó lento, cómo si no quisiera separarse de mí.

Inked Love // Adaptación EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora