Capítulo 4: Anestesia General

7.8K 518 31
                                    

MICAH

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

MICAH

Después de seis horas ya estaba viajando a Londres.

Reuniones, trabajos, citas, mi propia relación, todo, absolutamente todo quedó en segundo plano. Ya tendría tiempo para solucionar mis problemas.

Solo envié un correo electrónico justificando mi ausencia, delegando todo en Amelia. Por supuesto que ella me colaboró, sin saber que ahora mismo iría a cruzarme con la vida de su hermana menor.

Pero este tema también era importante. Joder, era tan importante.

Solo podía pensar en Joanne, recurrir a los recuerdos que teníamos en común, desde un tonto caramelo de chocolate y menta hasta la solitaria habitación en un hospital donde luchó como una fiera por su vida.

Recordé toda nuestra vida y la promesa que le hicimos a mi padre hacía hervir mi cerebro.

«Serás una cirujana de renombre, mi pequeña hada, y tú, bandido, serás ese chef y administrador del mejor restaurant de la gran manzana. Se cuidarán el uno al otro, y siempre, siempre, estarán para apoyarse y quererse.»

Y durante mucho tiempo fue así.

Livy siempre me encandiló, con ella las sonrisas siempre fueron aseguradas y cuando papá murió, fue ella la que se encargó de llenar mi mundo de sonrisas. Pero Joanne nunca soltó mi mano. Escondida detrás de unas gafas, sostuvo mi mano cuando solo necesitaba un poco de silencio y tranquilidad, y no sé cómo, pero ella lo entendía.

Mi padre siempre compraba una bolsa con caramelos de chocolate y menta, los racionaba para que no se acabaran tan rápido, y todos los días le robaba un puñado para compartirlos con Joanne, eran sus favoritos.

Recién ahora, navegando en esos recuerdos, me di cuenta de cuánto brillaban sus ojos cuando le regalaba uno de esos dulces.

Para mí solo era una estrategia para mi lógica de adivinar el nuevo escondite que papá solía encontrar.

Para Joanne era algo diferente.

Fui un idiota todo el tiempo.

Una tarde, ella y Olivia sostuvieron mi mano porque yo estaba enfermo, Jo me dio una pastilla que me hizo vomitar la vida. Livy dejó de sostener mi mano, porque le dio asco. Sin embargo, Joanne no me soltó, ella utilizó la otra mano para darme palmaditas en la espalda mientras decía «¡Mejor expulsar la mierda!»

Solté una carcajada mientras una solitaria lágrima se deslizaba por mi mejilla. El hombre que estaba sentado a mí lado me miró confundido. Me encogí de hombros y le pedí al sobrecargo un vaso con whisky.

No quería faltar a la promesa que le hice a mi padre en su lecho de muerte cuando tenía veinte años. Protegería a Joanne, incluso de mí mismo.

Solo Dios sabía cuánto ansiaba solucionar las cosas entre los dos, pero hice una promesa con esa misma energía. Si no le arrebataba la vida, yo me alejaría para siempre.

Solo iría para expulsar la mierda de su vida, como lo hizo ella cuando me dio una pastilla que me hizo vomitar.

Cuando aterricé en Londres, en el Heathrow, renté un auto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando aterricé en Londres, en el Heathrow, renté un auto. Henderson me envió la dirección en la que estaba la comisaría que Joanne le había comentado. Mi intención era que, cuando lo dejaran en libertad, seguirlo y matar a golpes al bastardo. Dejarle un bonito recordatorio de que Joanne Sinclair no estaba sola en la vida.

Llamé a la agencia que rentaba vehículos, la cual había contactado desde Nueva York, y el auto ya estaba en el estacionamiento del aeropuerto.

Nunca me gustó manejar en Londres, donde se conduce por la izquierda. No era difícil, pero con el cabreo que llevaba no estaba concentrado del todo.

—Si este imbécil está libre antes de que llegue, no moveré mi culo de esta ciudad.

Alguien pitó furioso, y en medio de la característica lluvia londinense, le enseñé el dedo medio.

—¡Púdrete, hijo de puta!

—¡Americano idiota!

—Bésame el culo, inglés de mierda.

Frené antes de enfrascarme en una discusión que solo me haría perder eltiempo. Pero, nunca vi venir el auto que venía raudo desde la otra calle.Solo vi las dos luces casi sobre mí, y sentí el impacto.

Solo vi las dos luces casi sobre mí, y sentí el impacto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Con Él [COMPLETO LIBRO 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora