Capítulo 37: Trastorno postraumático

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Es una enfermedad de salud mental desencadenada por una situación aterradora, ya sea que la hayas experimentado o presenciado

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Es una enfermedad de salud mental desencadenada por una situación aterradora, ya sea que la hayas experimentado o presenciado. Los síntomas pueden incluir reviviscencias, pesadillas y angustia grave, así como pensamientos incontrolables sobre la situación.

JOANNE

—¡Micah! —Exclamé después de despertar de esa horrible pesadilla.

—Tranquila, mi amor. —Necesitaba confirmar que él estaba bien. Tomé su rostro con mis manos y cuando nuestros ojos se encontraron volví a respirar.

—Estaba en la habitación otra vez con la pistola,  te disparaba en el pecho y yo no te podía salvar...

—Fue una pesadilla. Estoy bien. —Asentí sin dejar de mirarlo a los ojos intentando aplacar mi respiración.

—Fue muy real. —Repuse. Micah enjugó mis lágrimas y de paso, me acariciaba las mejillas con una dulzura absoluta.

—No hay nadie más en el departamento, estamos solos. Respira, cariño. —Me dio un beso en la sien. Me rodeó con sus brazos y solo en ese lugar tan acogedor me volví a sentir segura.

—Está detenido. —Me recordé y él asintió.

—Ya lo trasladaron del hospital a prisión. Me avisó Lexington hace una hora —relajé los hombros—. Lograron curar las heridas del rostro, pero el bastardo se quejaba de un dolor en el pecho y eso retrasó el traslado. No recuerdo golpearlo en el pecho.

—Le pegué una patada cuando se abalanzó sobre mí. —Sonreí cuando escuché su risa.

—Me habría encantado ver como le dabas una paliza al hijo de puta. —Suspiré enterrando la nariz en su pecho. El aroma a menta me hizo abrazarlo con más fuerza.

—Estás helado.

—Hace cinco minutos salí de la ducha.

—¿Qué hora es?

—Las diez de la mañana. —Salí de mi refugio y lo miré a los ojos.

—Tengo hambre.

—Vamos a desayunar —le di un beso cortito sin dejar de mirarlo a los ojos—. Invité a tus amigos. —Fruncí el ceño.

—¿A quién?

—A Cunnington y Miller con sus respectivas esposas. También le pedí a Cian que viniera, pero mencionó que tiene mucho trabajo.

—¿Invitaste a Cian? —Pregunté sorprendida.

—Es tu amigo también —esbocé una sonrisa y enredé mis dedos en su cabello—. Sé cuánto te afectó la situación de ayer, y no quiero que estés sola. Necesitas de tus amigos. Les pedí que vinieran a cenar con nosotros, para que el departamento no se sienta tan solo. Si no te sientes preparada, puedo hablar con ellos y decirles que aún es muy pronto.

Con Él [COMPLETO LIBRO 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora