Capítulo 30: Sobredosis de Endorfinas

8.5K 441 44
                                    

MICAH

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

MICAH

—Espera, dale un segundo.

—No está diciendo nada.

—Claro que lo dirá. Ayer lo dijo tres veces. Vamos campeón, di el nombre del imbécil...

—Le estás enseñando a decir Micah, no papá.

—Vamos Noah, puedes decir Micah.

—Mamá, mamá, mamá —sonreí cuando se llevó las manitos a la boca y comenzó a balbucear.

—¿Quién soy yo? —Le preguntó Max con cara de idiota mirando a su hijo.

—¡Papá! —Chilló Noah y los dos celebramos. Llamé a Henderson a través de una vídeo llamada, porque después de lo que casi ocurrió con Joanne necesitaba tener la cabeza puesta en otra cosa. La extrañaba desde que se fue.

Me moría por volver a besarla, por sentirla. ¡Dios! Me estaba quemando por esa mujer. Si con el primer beso que me robó después de su confesión cambió mi vida, con lo que acababa de ocurrir ya no quería un retorno.

Era un sentimiento que no lograba comprender del todo, pero que sentía con tanta fuerza en mi pecho. Mi cerebro no dejaba de proyectar su imagen y mi boca no dejaba de sonreír. Era algo tan diferente de lo que cualquier otra mujer me hizo sentir.

Joanne era tan diferente de todas.

Si antes tuve dudas de dar un paso adelante en todo esto, ella las disipó con sus besos.

Quería sentir lo que ella me generaba el resto de mi vida.

Quería a Joanne en mi vida para siempre.

No tenía dudas.

—¡Papá! ¡Papá! —La risa de Noah me hizo volver a la tierra, y la imagen que proyectaba el ordenador de Joanne me hizo reír. Henderson y Noah mirándose y sonriendo con adoración.

Yo también quería ser padre, quería vivir la experiencia de la paternidad. Me moría por brindarle a un ser pequeñito todo el amor que le podía dar.

Pero también quería a Joanne, y conocía su opinión respecto de los hijos.

No sabía qué sucedería en el futuro, si esta aventura que se estaba dando entre los dos era el inicio de una relación, o un regalo que Dios me estaba otorgando para recordarlo hasta el último día de mi vida.

Lo que tenía claro, es que, si ella me perdonaba y me daba una oportunidad, mis deseos de ser padre quedarían como eso, solo un deseo, porque siempre la escogería a ella.

Podía imaginar mi vida sin hijos, pero no podía visualizarla sin Joanne.

—¿Cómo están las cosas con mi cuñada? —Preguntó Max, dejando a Noah en la mecedora. Por el fondo pude reconocer la cocina de los Henderson. Cuando escuché movimientos de ollas supuse que le prepararía la comida—. ¿Se puede hacer un guiso de papa y zapallo?

Con Él [COMPLETO LIBRO 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora