Capítulo 23: Exceso de Colesterol

6.7K 438 8
                                    

JOANNE

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

JOANNE

Cuando llegué del hospital cerré la puerta y me apoyé en ella, agotada. Necesitaba dormir treinta horas seguidas, pero el olor que había en el departamento me revivió un poco.

—Salmón con hiervas al horno y arroz blanco, pero no tan blanco porque acabo de hacer un experimento. Hice una ensalada de tomate cremoso, con un toque de cilantro y jerez. Un toque de queso azul para la crema sobre el salmón que me quedó bastante bueno.

—Suena exquisito —me imaginé el menú y estuve a punto de salivar—. Pero falta algo.

—Vino blanco. Está todo listo —sonrió.

—¿Puedo...?

—Ve a darte una ducha, que yo me inspiro para emplatar.

Me mordí el labio, ansiosa, igual que una niña y corrí por rompa limpia.

Nunca una ducha fue tan corta, pero estaba hambrienta y los platos de Micah no tenían desperdicio. Me coloqué un pijama de invierno que era con dibujitos de Helga G. Pataky, unos calcetines rosas y me fui corriendo a la sala.

Pero cuando llegué frené en seco.

—No quiero que el departamento apeste a salmón, por eso abrí un poco el ventanal y encendí unas velas. ¿Te molesta?

—No —me encogí de hombros—. Tengo hambre.

—Siéntate.

Cuando lo hice, me impresionó que la mesa estuviera tan ornamentada. Parecía a las mesas del A Piece of Dublín y el plato era una obra de arte. Me daba un poquito de pesar comerlo.

—¿Qué ocurre?

—Es que el plato te quedó tan bonito que me da un poco de pena comerlo.

—Vamos, quiero saber si es de tu gusto.

Cogí un tenedor y me llevé el primer bocado a la boca. Cerré los ojos y degusté. Dios mío, mis papilas gustativas se estaban dando un festín. Claramente yo no lograba identificar todos los ingredientes que el mencionó, pero había algo que resaltaba el sabor.

—¿El salmón tiene una capa de almendras?

—Previamente horneadas a 180° y luego hice un bálsamo.

—No sé qué diablos es un bálsamo, pero esto es demasiado exquisito.

—¿Vino?

—Por favor. Cuando me bebo una copa de vino siempre me acuerdo cuando Frank le regalaba una botella de Merlot a mi padre y se sentaban en la sala de nuestra casa y podían charlar durante horas sin abrir la botella.

—¿Recuerdas eso?

—Sí, tu padre me enseñó que mientras más hondo fuera el fondo de la botella, el vino sería mucho mejor —los dos reímos—. Por supuesto que después investigué y el hecho de que las botellas sean convexas es por la presión del líquido.

Con Él [COMPLETO LIBRO 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora