Capítulo 22: Reanimación cardiopulmonar

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JOANNE

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JOANNE

Cuando volví al departamento, eran las siete de la mañana.

Micah estaba dormido en el sillón, con la televisión encendida mientras se proyectaba una película de autos. Sus lentes descansaban sobre su pecho, que subían y bajaban con cada exhalación.

En la mesa ratona había una tabla con varios trozos de pizza ya añejas, incluso al costado, había un canastillo con patatas fritas y un pocillo con kétchup. Dos copas y una botella de vino sellada.

Dos velas terminaban de decorar la mesa.

Me apoyé en la puerta y dejé escapar un hondo suspiro.

Micah me estuvo esperando durante toda la noche. La culpa comenzó a trepar por mis entrañas.

Después de que Cian me llevara a su departamento, hizo todo lo que me comentó por teléfono. Preparó una cena, me hizo un masaje en su jacuzzi extra grande mientras bebía vino, para que luego todo terminara en su cama.

No sentía culpa por eso, no le debía absolutamente nada a Micah.

Al único hombre que le debía explicaciones era a Cian, porque era con él con quién estaba construyendo algo, pero aquella construcción debía tener un receso, o una suspensión porque tampoco quería herir al único hombre que estaba arriesgando todo por mí.

La verdad era que no podía plantearme una relación con Cian cuando Micah estaba viviendo en mi departamento. No podía estar con un hombre cuando lo único que hacía era pensar en otro. Necesitaba que Micah se largara pronto, quería amar a Cian, pero con Micah no podía. No podía.

Ese valor que había reunido sola, la fuerza que me embargó la distancia, se desplomaba con recuerdos que atesoraba en mi corazón y en una caja vieja de madera.

Se iban a la mierda con ese hombre que dormía sobre mi sillón.

Me enloquecía añorando sus caricias y a menudo las comparaba con el amor desinteresado de Cian.

Tantas veces creí ver el rostro de Micah, cuando estaba en la cama de Cian, y eso era tan injusto con el abogado.

Si mi corazón sobrevivía al paso breve de Micah Lewis, podría ir al departamento de Cian e implorarle de rodillas que me admitiera en su vida y yo aceptaría todas sus condiciones, pero si él ya no me quería otra vez lo dejaría en paz. Cian merecía ser feliz, con una mujer que lo quisiera con todo su corazón y no a medias.

Me saqué el abrigo y me acerqué a Micah, dejé sus lentes sobre la mesa y me senté en el suelo para mirarlo.

El cabello apuntaba en todas direcciones, se enredaba con la almohada blanca, y las ondas suaves se arremolinaban.

Desde que comenzó a dejarse el cabello largo solo tenía un deseo, perder mis dedos en esa mata de cabello. Deslizar mis dedos mientras me daba un beso, soñé despierta tantas veces con eso.

Con Él [COMPLETO LIBRO 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora