Epílogo

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UN AÑO DESPUÉS

Un ruido me despertó.

Abracé con fuerza la almohada y me acurruqué en posición fetal, pero antes de volver a quedarme dormida volví a escuchar el ruido.

Me apoyé en el codo e intenté convencerme que solo eran los ruidos de la tormenta. Me iba a acomodar cerca de Micah, pero el ruido fue demasiado fuerte. Me senté en la cama y desperté a Micah.

—Despierta...

—Un minuto más, por favor...

—¡Micah despierta! —exclamé en un susurro. El ruido era cada vez más persistente—. ¡Alguien está intentando entrar en la casa! —Micah despertó del todo. Deslizó las manos por mis brazos y esta vez él también escuchó un ruido.

—¿Dónde está el bate de Noah?

—En la habitación de invitados.

—Quédate aquí a esperar mi señal.

—¿Cuál señal?

—Solo llama a la policía, cariño. —dijo mientras se levantaba. Cuando se perdió en el pasillo los nervios me ganaron. Agarré su teléfono y lo seguí.

El ruido era cada vez más fuerte mientras nos acercábamos al ventanal que daba a nuestro jardín. Micah comprobó que la puerta de la calle estuviera cerrada con llave y con el cerrojo.

Porque sí, estaba asistiendo a terapia, pero aún había algunos miedos que no lograba dominar. Siempre comprobaba que la puerta tuviera doble llave y el cerrojo puesto, era algo que necesitaba para estar tranquila en mi propia casa.

Micah revisó todas las habitaciones de la casa, mientras yo miraba a través del ventanal. Fruncí el ceño cuando miré la bolsa de basura que estaba sobre la lata de la basura. Maldije en silencio, porque la bolsa debería estar dentro y esa era una tarea que Micah siempre olvidaba.

Sin embargo, había algo justo al lado de la lata que se movía.

—¡Micah!

Él llegó corriendo con el bate.

—¿Qué ocurre?

—Mira la basura...

—Joder, lo olvidé cariño —lo miré frunciendo el ceño. Tenía un moño arriba de la cabeza, pero algunos mechones lograron sucumbir. Tenía una barba cuidada de unos cuantos días.

—Todos los días dices lo mismo.

—Mañana en cuando me vaya al trabajo la sacaré.

—Micah, no te pido que mires la basura por esa razón —señalé el tacho y él lo miró, entornando la mirada—. Hay algo ahí, ¿logras verlo?

—Déjame encender la luz —accionó el interruptor que estaba al otro costado y logramos ver la razón del ruido—. ¡Oh!

—¡Joder! ¡Tienes que sacarlo de aquí!

—Por Dios, Joanne, está en la basura porque tiene hambre.

—Llamaré a una de esas organizaciones que...

—¿A las tres de la mañana? —replicó él dirigiéndose a la cocina.

—¿Qué estás haciendo?

—Hay unos trozos de carne que traje del restaurante, debe tener hambre.

—Si le das comida no se irá nunca.

—Es un cachorro, bandida. Es como Noah.

—¿Qué?

—Es un bebé, incluso es más pequeño que Noah. Nuestro sobrino ya habla y camina, ese cachorro debe tener meses —comentaba al tiempo que cortaba unos trozos de carne y luego se colocaba una chaqueta.

Con Él [COMPLETO LIBRO 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora