Capítulo 11: Reposo Absoluto

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JOANNE

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JOANNE

Cuando llegué al departamento, solo visualizaba la ducha y luego el sillón. No quería más por ese día. Sin embargo, cuando abrí la puerta, un aroma a especias inundó mis pulmones. Miré hacia la cocina y casi me da un ataque al corazón.

—¿Qué mierda estás haciendo levantado? ¡No puedes caminar! —Cerré la puerta de un portazo y me acerqué a él. Que se sentó casi de inmediato en la silla.

—Tenía hambre.

—¿Dónde está la silla de ruedas?

—Puedo apañármelas con el bastón —miré la venda y lancé una blasfemia cuando la vi con sangre.

Fui al baño y saqué un botiquín. Tenía que limpiar la herida, sino se infectaría.

—¿Es la primera vez que sangra?

—No. —Me senté en el suelo para sacar la venda y luego limpiarla.

—¿Cómo la limpiaste?

—Con agua.

—¿Y luego la vendaste en seguida?

—Sí.

Retiré el vendaje y luego lo lancé a la basura. No era una herida muy grande, pero tenía unos cuantos puntos. Comencé a limpiar y luego fui aplicando antiséptico.

—¿Te duele?

—Como el maldito infierno.

—No debes caminar. La silla de ruedas es necesaria por un par de días, al menos hasta que te saquen los puntos.

—Tenía hambre.

—Te dejé leche y pan.

—Eso no es un alimento consistente, Joanne.

—Lamento no estar a la altura de tus necesidades culinarias.

—Hice una comida de verdad. Crema de tomate a las finas hierbas. Mi plato éxito del restaurant.

—No puedo creer que arriesgaras tu rodilla por un plato con comida.

—No recuerdo que te quejaras cuando me pedías ese plato en el restaurant.

Lancé a la basura todos los implementos que había utilizado y el resto lo guardé en el botiquín. Fui hasta la habitación y luego volví con la silla de ruedas.

—No la quiero volver a usar —se quejó.

—Mira, me importa muy poco lo que quieras, vas a seguir las instrucciones porque no te quiero aquí más del tiempo necesario. ¿Entendido?

Él asintió. Me acerqué para ayudarle, pero Micah negó.

—Yo puedo.

Resoplé y lo dejé solo en la sala.

Me encerré en el baño y me di una ducha rápida y volví a la sala.

En la mesa había puesto para dos. Micah estaba justo al lado de la cocina sacando de un sartén trocitos de pan. Cuando se giró, alzó una ceja.

—No tienes que cenar conmigo aquí en la mesa, pero te haría bien comer algo caliente. Preparé una limonada con jengibre.

Mis ojos se llenaron de lágrimas. ¿Qué mierda pretendía? Agarré las llaves y me acerqué a la puerta.

—Lo siento, pero quedé con Cian. —Salí del departamento, y llamé a Cian. Esta noche necesitaba olvidar el mundo entero y en sus brazos, siempre lo conseguía.

MICAH

Estrellé mi puño con fuerza contra la encimera.

—¡Mierda!

El dolor me hizo lagrimear.

—¡Imbécil! ¡Imbécil! ¡Imbécil! ¡Imbécil!

Lancé la silla de ruedas lejos y me levanté apoyándome en el bastón. Me coloqué una de las vendas que dejó sobre la mesa, fui a la habitación y cogí el teléfono. Estaba agotado de la situación. Agarré el sobre con dinero que me dejó en la mañana y salí del departamento. 

 

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Con Él [COMPLETO LIBRO 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora