Capítulo 3.

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Una semana después de haber entrado a la escuela, tenía a Abril rogándome al teléfono que fuéramos juntas a la fiesta de bienvenida de la fraternidad a la que Georg pertenecía. Yo sabía que, donde estaba Georg, estaba Tom, así que estaba bastante renuente a ir.

Sobre todo cuando había oído mil y un comentarios acerca de "Tom Kaulitz: la nueva conquista de Stella Maxwell"
Había intentado hacer oídos sordos con el tema, pero era casi imposible cuando se escuchaban rumores en cada pasillo del campus. Tom no había intentado comunicarse conmigo después de que le dije que no debía explicarme nada.

Yo tampoco había intentado enviarle ningún texto o llamarle. Una parte de mí, esperaba que decidiera buscarme él. Que llamara, que me enviara un texto o preguntara por mí, pero no lo hacía. Cada día que pasaba me convencía a mí misma que todo había terminado y que, por más que intentara, nada nunca volvería a ser como antes.

—¡No puedes pasarte la vida entera encerrada en tu casa por miedo a encontrarte a Tom en la calle, Rachel! —me regañó Abril por teléfono.

Yo rodé los ojos al cielo mientras tecleaba el nombre de una de mis viejas canciones favoritas en el buscador de "youtube".— No pienso pasarme la vida entera encerrada en mi casa ocultándome de Tom. Será sólo hasta que la universidad termine. —bromeé.

—En una hora paso por ti, Rachel. Iremos a esa fiesta, y no voy a discutirlo más contigo. —espetó.

Antes de que yo pudiera replicar nada, Abril me colgó el teléfono. Por un momento, la idea de pedirle a mi madre que le dijera a Abril que me había quedado dormida rondó por mi cabeza, pero entonces, una voz dentro de mi cabeza me gritó: "¡No puedes hacerte eso a ti misma!, ¡Supéralo, tu nunca huyes de tus problemas!, ¿Qué te pasa ahora?"

Fue entonces cuando me decidí a asistir a esa dichosa bienvenida, y me metí a la ducha rápidamente.

Me puse un vestido negro entallado que me quedaba exageradamente corto, pero no me importó. Mi lapso de valor había comenzado e iba a aprovecharlo al máximo. Me calcé unos tacones dorados y me sequé el cabello antes de rizarlo ligeramente. El cabello se me encogió un poco más, debido a las ondas y me quedó un poco arriba de los hombros, haciéndome lucir más pequeña de lo que era. Me maquillé lo más rápido que pude, pero Abril llegó cuando estaba terminando de ponerme máscara para pestañas.

—¡Santo Dios! ¡Tu falda está varios centímetros por arriba de tu rodilla, Rachel! estoy orgullosa de ti —se burló ella, mientras se sentaba en mi cama.

Ella vestía unos bonitos shorts de talle alto con un blusón de transparencias. Abril solía lucir como una Diosa sin que se lo propusiera. Yo sólo la miré por el reflejo del espejo con expresión malhumorada antes de girarme sobre mis talones y encararla.

—¿Me veo bien? ¿Luzco vulgar? ¿Crees que deba cambiar mi vestido? ¿No es muy corto? —solté rápidamente, angustiada.

—¡Tranquila! el vestido es corto, pero es sexy, no luces vulgar, no te cambies y te ves preciosa, Rachel. ¡Vámonos! —dijo, tomando su bolso.

Yo tomé el mío y una chaqueta para el frío antes de salir, besar a mis padres en la mejilla y subirme al viejo chevy de mi amiga.

Cuando llegamos a la enorme residencia, la música electrónica ya retumbaba en todo el perímetro. Caminamos por el pasto hasta la entrada principal y, al entrar, nos topamos de frente con una turba de personas apretujadas, con bebidas en sus manos.

La música se hizo más intensa mientras nos habríamos paso entre la gente hasta que llegamos a donde un DJ mezclaba canciones de moda. Una improvisada pista de baile estaba abarrotada y Abril brincó, emocionada, mientras buscaba con la mirada a Georg.

Aunque puedas verme | tom kaulitz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora