Mi mamá llegó pocos minutos después de que Tom se marchó.
Había intentado actuar normal, pero mi debilidad visual me tenía con los nervios de punta. Tom lo notó, pero no me dijo nada, al contrario, se la pasó intentando distraerme.
Estaba a punto de irme a la cama, cuando me armé de valor y me dirigí a la habitación que solía ser de mis papás.
Estar en esa habitación hacía que el corazón se estrujara dentro de mi pecho. Mi mamá estaba cepillándose el cabello, sentada al filo de la cama. Toqué suavemente en la puerta abierta y ella dirigió su atención hacia mí.
—¿Estás muy cansada? —pregunté, titubeante.
—¿Para ti?, nunca, cariño, ¿qué pasa?, ¿discutiste con Tom? —preguntó, haciéndome un espacio a su lado.
Por un momento, volví a sentirme pequeña. Como si apenas tuviese ocho años y tuviera una duda que sólo mi mamá podía disipar. —No. No es eso. Las cosas con Tom están bien —dije sentándome a su lado, bajando la cabeza—. Es que... Han estado pasándome cosas. No me he estado sintiendo bien.
El ceño de mi madre se frunció un poco. —¿Qué clase de cosas?, ¿te sientes mal? —Inmediatamente, su mano cálida se posó en mi frente—, ¿Haz estado comiendo bien?, no tienes fiebre...
Suspiré con frustración.— Creo que me expresé mal. Tengo... Bueno es que... —tomé una respiración profunda—, desde unos días antes de que mi papá falleciera, comencé a tener lapsos de visión borrosa. Lo atribuí al cansancio y a lo poco que dormí esos días —la expresión de mi madre cambió, volviéndose aterrorizada y pálida—. Pero últimamente, se ha vuelto peor. Los lapsos son más largos y me mareo constantemente. Yo... Estoy asustada. Quiero ir con un oftalmólogo pero...
La palidez en el rostro de mi madre me hizo detenerme en seco. —¿Mamá? ¿te sientes bien? —pregunté, alarmada.
—Oh, Dios mío —murmuró cubriéndose la boca con una mano.
Abrí la boca para preguntar que estaba sucediendo, pero se puso de pie y comenzó a pasearse como león enjaulado por toda la habitación. Algo estaba pasando. Algo no me estaba diciendo... Algo...
—Rachel, lo siento tanto —susurró y mi corazón se estrujó dentro de mi pecho—. Necesitamos hablar.
Fui incapaz de decir nada. Mi mamá se sentó frente a mí con expresión desolada y tomé una respiración profunda. Ahora estaba segura de que algo estaba sucediendo. —¿Qué es?, por favor, dime que es —pedí con un hilo de voz.
—Cuando estaba embarazada de ti —la voz de mi mamá era temblorosa—, los doctores nos dijeron que había un noventa por ciento de probabilidades de que nacieras con ceguera. Como tu padre y como yo. Debido a nuestra genética. Nos hicimos a la idea de eso... De verdad, lo hicimos. Pero, cuando naciste... —un suspiro asalta su voz—, no hubo nada. Estabas perfectamente sana. No había ceguera, ni debilidad visual, ni ningún tipo de discapacidad visual como se había previsto. Los doctores estaban asombrados. Sin embargo, el médico que me atendió, nos dijo que había una posibilidad muy grande de que la ceguera se presentara con el paso del tiempo. Ceguera degenerativa.
Una roca se instaló en la boca de mi estómago pero me obligué a seguir escuchando, a pesar de que sabía lo que estaba a punto de venir.
—El médico nos dijo que la ceguera podía presentarse paulatinamente, durante tus primeros años de vida. La posibilidad de que perdieras la vista en los primeros diez años de tu vida era de un ochenta y ocho por ciento. El médico nos explicó que, si pasabas de la edad de diez años sin presentar ningún cambio considerable, existía la posibilidad de que nunca llegara. Apenas un cinco por ciento de probabilidad de presentar ceguera después de los diez años de edad. —tragó saliva—. Tu papá y yo acordamos que te lo explicaríamos cuando comenzara a suceder. Cuando tu vista comenzara a deteriorarse pero... —su voz se quebró y sentí mi corazón estrujarse con ella—, cumpliste doce años. Doce. Y no había ocurrido nada. Entonces tu papá y yo decidimos no decírtelo. ¿Qué caso tenía asustarte? ¿Cuál era el punto de tenerte todo el tiempo con la angustia y la preocupación de que, quizás, en cualquier momento, ibas a comenzar a perder la vista?, queríamos protegerte, Rachel. Ni siquiera en los exámenes periódicos presentabas alguna anomalía. La ceguera no llegaba. Creímos que no llegaría jamás. La ceguera no llegó.
—Hasta ahora —susurré con la voz entrecortada. El nudo de mi garganta incrementó horriblemente. Las lágrimas picaban en mis ojos.
"¡Estoy quedándome ciega!" gritaba mi cabeza mientras luchaba por mantenerme tranquila.
—¡No! ¡No digas eso! ¡Puede que sea otra cosa! —se apresuró mi mamá.
Cerré mis ojos y un par de lágrimas rodaron por mis ojos. Me costaba respirar, me costaba pensar con claridad. ¡ME ESTABA QUEDANDO CIEGA!— ¿Qué otra cosa puede ser? —pregunté con amargura y vi la expresión dolida en el rostro de mi madre.
—Lo siento —susurró y las lágrimas abandonaron sus ojos—. Lo siento tanto, Rachel.
"Ella no tiene la culpa, ella no tiene la culpa, ella no tiene la culpa..." me repetía mentalmente, pero no podía evitar sentirme enfurecida con ella. Enfurecida con mi papá. Enfurecida por su silencio. Por no decírmelo.
—M-Mañana iremos al médico, ¿de acuerdo?, la medicina ha avanzado mucho, debe haber algo... Podemos hablar con Simone para que nos canalice con el médico de Tom. Tom va a estar contigo, él...
—¡No vas a decírselo! —espeté. Estaba furiosa. De pronto, la ira se apoderó de mi cuerpo. No iba a hacer que Tom reviviera aquel doloroso proceso. No iba a hacer que Tom recordara lo que había pasado. Él no lo merecía.
—Pero, Rachel, tiene que saberlo...
—¡No! ¡No va a saberlo si no es un hecho! ¡No voy a decirle nada hasta que no me lo confirme un médico! ¡No puedo hacerle eso! ¡No puedo hacerle pasar por esto una vez más! ¡No puedo...! —mi voz se quebró por completo y un sollozo ahogado brotó de mi garganta.
Los brazos de mi mamá se enredaron a mí alrededor y forcejeé un poco antes de fundirme en sus brazos y llorar con fuerza.
Estaba quedándome ciega.
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Este capítulo y uno más y termina el maratón de hoy, y con esto quiero decir que se acerca el final del fanfic...Disfruten, voten y comenten, muchísimas gracias por leer.¡!<3
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Aunque puedas verme | tom kaulitz.
Fanfiction¡Segunda temporada! La vida de Tom Kaulitz volvió a ser, en su mayor parte, de la forma en la que solía ser antes del accidente en el que perdió la capacidad de ver. Fiestas, chicas, música y popularidad. Y al mismo tiempo, algo había cambiado en é...