Capítulo 11.

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Todo era tan intenso.

Todo estaba pasando tan rápido... Era consciente de las manos de Tom en mi espalda, en mi cintura, aferradas a mis caderas. Sus labios besando con fiereza los míos mientras yo me aferraba a la poca cordura que me quedaba besándolo con la misma urgencia con la que él me besaba.

Su lengua invadía mi boca sin piedad y yo era una masa temblorosa de terminaciones nerviosas. Tom se apartó de mí bruscamente y me miró a los ojos con una intensidad que no le conocía. Su respiración era tan agitada como la mía y lo cafe de sus ojos parecía derretirse y fundirse en su iris negro.

Por un momento, me quedé sin aliento.

Había soñado mucho tiempo con sentir la mirada de Tom sobre la mía. Sentir la fuerza de su amor con solo una mirada, y ahora estaba sucediendo. ¿Cómo había podido vivir tres meses sin ésos besos? ¿Cómo había podido vivir tres meses sin estar entre esos brazos cálidos y fuertes? ¿Cómo había podido vivir sin aquellos ojos oscuros que me miraban como si fuera la única mujer en el planeta tierra?

—Eres tú... Realmente eres tú —susurró roncamente, apartando un mechón de cabello de mi rostro. —. Tu cabello... —murmuró tomando un par de mechones entre sus dedos, observando las puntas. —, lo cortaste. —su mirada se posó en mis ojos y yo asentí.

—¿No te gusta? —susurré, nerviosa.

Una sonrisa lenta se deslizó por sus labios y pude ver cómo su piercing resaltaba ante esto. —Me encanta. —susurró, acariciándolo lentamente.

Una sonrisa se filtró por mis labios y me puse de pie lentamente para cerrar la puerta, echando el pestillo.

Cuando me giré sobre mis talones para encararlo, pegué un respingo; estaba parado justo frente a mí. Su pecho obstruía mi campo de visión y alcé la vista para mirarlo a la cara. Había olvidado lo pequeña que me sentía a su lado.

Su cabeza estaba inclinada hacia adelante y sus ojos estaban fijos en los míos. Acarició mi brazo con las yemas de sus dedos y un escalofrío me recorrió la columna vertebral.

Enredé mis brazos en su cuello y me paré en mis puntas mientras lo besaba con parsimonia. Él correspondió mi beso, enredando sus brazos en mi cintura, estrechándome con fuerza contra su pecho. Podía sentir todos y cada uno de los músculos de su abdomen firme pegado al mío.

Una estela de besos recorrió mi mejilla hasta el punto donde mi mandíbula se une con el cuello, y entreabrí los labios involuntariamente, sintiendo cómo sus dientes se apoderaban del lóbulo de mi oreja.

Yo comencé a deshacer los botones de su camisa de lino mientras él besaba mi cuello. La mano grande de Tom deslizó uno de los tirantes de mi vestido, dejando descubierto mi hombro, y comenzó a besarlo. Yo deslicé su camisa por sus hombros y esta cayó al suelo. Sus manos se posaron en mis mejillas y me besó profundamente mientras yo deshacía el cinto de sus vaqueros.

Tom deshizo el cierre de mi vestido y cayó a mis pies, dejándome en ropa interior.

—Te amo. —murmuró contra mis labios mientras sus manos ahuecaban mis pechos suavemente.

Me arqueé hacia él, echando la cabeza hacia atrás, reprimiendo un gemido.
Deshice el botón de sus vaqueros y los empujé por sus piernas hasta que él salió de ellos. Sus brazos se envolvieron en mi cintura y me levantó del suelo. Enredé mis piernas en sus caderas y sentí la calidez de su pecho y abdomen contra el mío. Mis piernas desnudas tocaban el material elástico de sus bóxers y mis manos estaban aferradas a su cabeza.

Tom me depositó cuidadosamente sobre el colchón y deshizo el broche de mi sujetador, dejando al descubierto los montículos de mis pechos. Sin perder más tiempo, deslizó mis bragas por mis piernas; dejándome completamente desnuda sobre la cama. Tom se levantó de la cama y me observó de pies a cabeza. —Siempre quise verte de esta forma. —susurró, con la voz enronquecida por el deseo.

Aunque puedas verme | tom kaulitz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora