Capítulo 15.

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—Rachel, por favor... —escuché la voz de Tom suplicante y cerré mis ojos con fuerza.

¿Cómo podía ser tan insistente?, ¿Cómo podía yo soportar estar de este lado de la puerta cuando él estaba del otro lado?

—Tom... —susurré suplicante.

—Hablaré de todos modos —dijo, en voz baja y ronca.

Yo apreté mis párpados con fuerza, intentando tranquilizarme. Intentando ser completamente racional y no dejarme llevar por la revolución de sentimientos que se estaba llevando a cabo dentro de mi pecho.

—Yo... —el silencio me hizo creer que se había arrepentido y que se daría por vencido; y sentí el pánico creciendo dentro de mi pecho. —. No recuerdo nada de lo que pasó la noche que... —su voz ronca se quebró un momento y continuó—, que estuvimos juntos. ¿Puedes imaginar lo que fue despertar por la mañana, desnudo, acurrucado junto a la chica que me había prestado el libro más cruel que he leído en mi vida? ¿Puedes imaginar lo mierda que me sentí?, no te imaginas cómo de imbécil me sentía. Es por eso que no pude quedarme. No tenía el valor de mirar a la cara a aquella niña de sonrisa bonita y ser un imbécil.

Tomé aire profundamente. No recordaba nada. No recordaba quién era yo. No recordaba todo lo que me había contado y todo lo que yo le había contado a él. Eso explicaba el hecho de que no me hubiera llamado, o no hubiera estado por la mañana.

Una parte de mi, se sintió aliviada. El hecho de creer que Tom me había mandado a la mierda aún sabiendo quién era yo; aún habiéndome dicho una y mil veces que me amaba justo una noche anterior, era insoportable y, de cierta forma, saber que no recordaba, me daba algo de alivio.

—Entonces, cuando te vi en la fiesta, supe que no podía postergar más el momento. Iba a tener que ser el imbécil que odiaba ser. Entonces, llegaron todos y querían hacerme beber y... Stella puso su ropa interior en mi mano y yo sólo... Lo vi como una manera de salir de la situación. No quería beber. Mucho menos después de lo que había hecho una noche anterior y... La seguí. Pero, te juro... ¡Te juro!, que yo no quería hacer nada con Stella. Nunca. Yo sólo... —un suspiro entrecortado lo interrumpió.

Lágrimas pesadas inundaban mis ojos, pero no me atreví a dejarlas caer. No me atreví a quebrarme. Quería creer en él. Quería creer en lo que él me decía, pero no podía.

No en ese momento. No cuando todo se sentía tan horrible.

—Tom, por favor, vete... —pedí con un hilo de voz.

El silencio que le siguió a mis palabras fue tan doloroso que, por un momento, creí que terminaría por quebrarme y abriría esa puerta para encararlo.

—¿Y-Ya no quieres estar conmigo? —tartamudeó él, con la voz enronquecida.

Yo apreté los puños con fuerza. —No, Tom. —dije, porque era cierto. En ese momento, no quería estar con él, y no sabía si más delante lo querría.

—Bien —respondió con la voz temblorosa y enronquecida. —. Lamento haber venido a importunar. Buenas tardes.

—Adiós. —susurré.

—¿Por qué estás dejando que se vaya? —la voz suave de Bill me hizo brincar en mi lugar.

—¡Dios mío! ¿Siempre eres tan impertinente? —chillé, irritada.

—Rachel, tú lo amas. Quieres estar con él. Vino a buscarte, ¿Por qué diablos estás dejando que se vaya? —dijo, sin importarle lo que le había preguntado antes.

Me giré en mis talones y lo miré fijamente. —No le creo —me sinceré. Las lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas pesadamente. —. No creo que no fuera a hacer nada con Stella. Creo que, si no hubiera sido por Abril, Tom habría seguido a Stella escaleras arriba y habrían...

Aunque puedas verme | tom kaulitz. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora