Capítulo 26.

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—Oh, mierda —dijo Tom entre dientes mientras sus manos elevaban mi cuerpo con cuidado.

Me sentí vacía cuando su miembro abandonó mi interior y me depositó con cuidado sobre la cama. —Ahora vuelvo, ¿de acuerdo?, no vayas a moverte ni un centímetro —dijo caminando hacia la puerta de la habitación, abriéndola de golpe, asomándose hacia afuera. Mostrándome una breve vista de su trasero antes de desaparecer desnudo por el pasillo.

¿Qué diablos estaba haciendo?

Cuando volvió, llevaba una pequeña caja bailando entre sus manos. Sus ojos encontraron los míos, al tiempo que una sonrisa coqueta y tímida se deslizaba por sus labios. Cerró la puerta cuidadosamente y lo vi echar el pestillo antes de abrir la caja y sacar un pequeño envoltorio de aluminio.

Sentí mis mejillas calentarse cuando lo vi rasgar el material con los dientes, sin despegar sus ojos de los míos. Tom trabajó colocando el condón en su lugar antes de acercar su rostro al mío y besarme con fuerza, haciendo que todo mi cuerpo se estremeciera en respuesta.

—Así está mejor —ronroneó contra mi boca mientras se sentaba sobre la cama, sentándome a horcajadas sobre él.

Su mano viajó a mi centro, deslizando pequeñas y cadenciosas caricias mientras yo gemía suavemente bajo su toque experto. Sin previo aviso, se colocó en mi entrada y tragué duro.
Nuestros alientos se mezclaron mientras yo, lentamente, me hundí en él, abriendo la boca en una exclamación silenciosa. Sintiéndolo profundamente. Mi cabeza cayó hacia atrás y una estela de besos fue dibujada en mi cuello y mi mandíbula mientras las manos de Tom se aferraban a mis caderas, guiándome hacia arriba y después hacia abajo, en un ritmo lento y pausado.

Comenzamos a movernos suavemente, con torpeza, mientras yo experimentaba la sensación de estar al mando. Llevando el ritmo. No era algo sencillo de hacer.

Tom guió mis caderas besando mi hombro y mi cuello sin cesar mientras yo me aferraba a sus hombros con fuerza. La sensación de él debajo de mí era abrumadora.

—Te amo tanto. —susurró Tom deslizando sus manos en caricias suaves sobre mi espalda.

No pude responder, estaba demasiado conmocionada por la oleada placentera que me estaba elevando. Pronto, una fina capa de sudor cubrió mi cuerpo y el suyo, mientras nos balanceábamos a un ritmo lento, dulce y pausado. Su mano encontró mi centro en caricias suaves, y mis piernas temblaron ante lo que estaba construyéndose dentro de mí.

Pequeños gemidos provenientes de mis labios entreabiertos irrumpían la quietud de la habitación, y pronto, me encontré aferrándome a Tom en un abrazo intenso y fuerte.

Un gruñido proveniente de la garganta de Tom hizo que me estremeciera, entonces, nuestro ritmo se aceleró sólo un poco. De pronto, Tom detuvo mis movimientos, mientras se levantaba de la cama, conmigo sobre él, con él dentro de mí. Mis piernas se enredaron en sus caderas y chillé de sorpresa. Me depositó suavemente sobre la cama, mientras una risa ronca y pastosa brotaba de sus labios.

—Tan hermosa... —murmuró antes de unir sus labios a los míos en un beso dulce.

Nuestros cuerpos estaban unidos, pero no se movía. Comenzó a dibujar besos suaves por la piel de mi cuello, mis clavículas y mis hombros. —¿Estás lista? —preguntó, pero no tuve oportunidad de responder.

Los movimientos se reanudaron de forma un poco más intensa y profunda que antes y gemí ante la profundidad que estaba tomando. Mis caderas chocaban con las suyas.

—Tom... —resollé en un susurro incoherente.

Mis uñas se clavaron en la piel de su espalda, mientras me preparaba para lo que estaba a punto de suceder. Todo mi cuerpo temblaba y zumbaba de deseo y placer. Definitivamente cada vez que pasaba, era mejor.

Entonces, sucedió. Todo mi cuerpo se tensó, mis uñas se clavaron en su piel con más profundidad, mis piernas se tensaron en sus caderas y todo mi cuerpo convulsionó debido al placer abrasador que me estaba consumiendo.

Tom jadeó roncamente, atrapando un grito proveniente de mis labios, tensándose sobre mí, para luego desplomarse sobre mi cuerpo.

Nuestras respiraciones entrecortadas eran lo único que irrumpía el silencio de la habitación.

—¿Estás bien? —preguntó Tom, tras un silencio cómodo y cálido.

—Mejor que nunca —susurré suavemente, acariciando su cabello trenzado.

—Dime, por favor, que esto quiere decir que tú y yo estamos juntos otra vez. —dijo, haciéndome sonreír por el tono preocupado de su voz.

—¿Crees que haría esto contigo sin esperar que estemos juntos de nuevo? la noche que te emborrachaste, pensaba que todo se había solucionado entre nosotros —dije, suavemente, acariciando su espalda con pequeños círculos.

—Soy un idiota... —masculló—, discúlpame, Rachel. Nunca quise herirte como esa vez.

—¿Realmente no ibas a hacer nada con Stella? —pregunté, porque necesitaba saberlo.

—Por supuesto que no, Rachel. Iba a entregarle su ropa interior. Ya te lo había dicho, aproveché el momento para librarme de beber todo lo que querían darme. Nunca ha pasado nada entre Stella y yo. Nunca nada como esto —afirmó y su mirada se alzó para encontrar la mía, buscando confianza.

Acaricié su mejilla con las yemas de mis dedos —Te creo, Tom. Confío en ti. —susurré.

—¿Me amas? —preguntó.

—Te amo como jamás he amado a nadie en esta vida, Tom Kaulitz. Nunca, escúchame bien: nunca voy a amar a nadie como te amo a ti. —afirmé, sintiendo las emociones revoloteando dentro de mi pecho.

Sus labios encontraron los míos en un cálido y tierno beso, y me permití absorber todo el amor que él me ofrecía. Teníamos que hacer que esto funcionara. Y yo iba a poner absolutamente todo de mi parte.

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