Capítulo 41.

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Las siguientes semanas pasaron como un borrón.

Intentaba mantenerme alegre y tranquila, pero no podía dejar de pensar en lo que estaba ocurriéndome. Los episodios de visión borrosa eran cada vez más frecuentes, pero intentaba actuar como si nada sucediera.

Abril estaba emocionada porque Georg estaba esforzándose mucho para recuperarla. Él había hablado conmigo un par de veces, diciéndome que estaba arrepentido de haber reaccionado de esa forma. Él estaba asustado. Definitivamente no estaba listo para ser padre, pero tampoco iba a desentenderse de sus responsabilidades.

Abril aún no lo aceptaba de vuelta, pero yo sabía que pronto lo haría. Estaba segura de eso.

Había puesto todo mi empeño en parecer tranquila y normal delante de Tom. No estaba lista para contarle lo que había sucedido en el consultorio médico.

Cuando lo preguntó, me limité a decir que todo estaba en orden y que sólo se trataba de vista cansada.

Sabía que pronto tendría que contarle la verdad pero, por lo pronto, no quería preocuparlo.

—Bien. Vas a decirme qué está pasándote o voy a decirle a Tom que te vi llorando ayer saliendo de la universidad. —Bill se sentó delante de mí en la mesa vacía de la cafetería donde me encontraba estudiando.

Mi rostro palideció por completo ante el tono amenazante de su voz. ¿Me había visto?

Cerré mis ojos con fuerza y suspiré, mirándolo.— ¿Estás peleada con Tom?, ¿Tienes problemas en casa?, ¿Algo? —su expresión era de clara preocupación.

—N-No —tartamudeé—. No es eso. Es... No es nada.

—Repítelo una vez más y quita el gesto angustiado de tu cara. Quizás así te crea. —me miró con severidad.

Cerré mis ojos con fuerza. No podía más. Tenía que contárselo a alguien o iba a explotar en mil fragmentos.

—Tengo un problema... —susurré, inclinándome hacia adelante para que nadie más pudiera escuchar.

—¿Qué clase de problema? —Bill se inclinó también.

Suspiré pesadamente. ¿Cómo iba a decírselo?, decirlo lo hacía más real.

—Yo... —tragué duro. "Vamos, Rachel. Sólo dilo."

—Oh, Dios, ¿estás embarazada?

El comentario de Bill me hizo abrir los ojos como platos. No pude evitarlo. Me eché a reír. ¿Cómo de absurdo sería eso?, estar embarazada sería mejor que estar perdiendo la vista. Lo preferiría.

—¡Por supuesto que no!, ¡Dios! —reí sin poder evitarlo.

—¡No puedes culparme por creerlo!, Kaulitz te come con la mirada cada que te ve —dijo haciendo una mueca de fingido asco—. Era inevitable pensar en algo así.

Mi risa se va a apagando poco a poco y lo miro con urgencia.— Tienes que prometerme que no se lo dirás a nadie. —susurré mirando hacia todos lados.

El ceño de Bill se frunció ligeramente pero asintió. —Lo prometo. ¿Qué sucede?

La cafetería estaba casi vacía, así que me atreví a hablar.— Estoy quedándome ciega —mi voz se entrecortó por mis palabras y mis ojos se llenaron de lágrimas inmediatamente.

La mirada de Bill pasó a una horrorizada. —¿Qué? ¿Estás segura?, ¿Cómo...?

—¡Shhhh! —miré hacia a todos lados para ver si alguien nos estaba mirando y comencé a contarle todo lo ocurrido.

Lo del viaje, lo del funeral de mi papá, los meses siguientes, la consulta médica, la cantidad de dinero para el tratamiento.

Cuando terminé de hablar, estaba llorando.— Estoy tan asustada. —admití secándome las lágrimas con una servilleta.

Bill colocó una mano sobre una de las mías. —¿Lo sabe Tom? —susurró.

Negué con la cabeza.— No sé cómo decírselo. Él va a querer hacer todo para que yo me haga el tratamiento, pero no quiero hacerlo. No quiero hacerme el tratamiento...

—Es natural que él quiera apoyarte. Rachel, él te ama. Yo haría lo mismo por la persona que amo. Tú lo harías... ¡Lo hiciste!, cuando Tom se negó a la operación, tú misma lo ayudaste sin preguntar. Lo hiciste operarse en contra de su miedo y su voluntad y valió la pena. No puedes culparlo por querer ayudarte.

—No quiero que me tenga lástima. —sollocé bajando la mirada.

—¿Crees que él te tiene lástima? ¿crees que él te la tendría? ¡Dios, Rachel! ¡Te ama! ¿Qué parte de eso no te cabe en la cabeza?, cuando se ama no queda espacio para nada más que para el amor —su mirada buscó la mía.

—No puedo hacerle esto. No puedo hacerlo pasar por esto una vez más.

—¿Y por eso te sacrificas? ¿Por eso te quedas callada?, Rachel, debes decirle a Kaulitz lo que pasa.

—¿Decirme qué? —la voz ronca de Tom me hizo alzar la cabeza.

Él me miró con preocupación y angustia pintada en el rostro.— ¿Qué está pasando, Rachel? —Se acuclilló delante de mí—, ¿Qué está mal?

— ¿Qué está pasando, Rachel? —Se acuclilló delante de mí—, ¿Qué está mal?

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